Un grupo de investigadores de la Universidad de Australia Occidental, liderados por Yong Zhi Foo, ha realizado una encuesta entre 1.516 voluntarios adultos (de ellos 924 eran mujeres). Estos debían observar imágenes de 189 adultos (101 hombres y 88 mujeres), y puntuar, en una escala de 1 a 10 (siendo 10 muy probable que fuer infiel), cuáles de ellos era más probable que fueran infieles a sus parejas.

Los resultados, publicados en Royal Society Open Science, muestran que “tanto los hombres como las mujeres eran precisos al evaluar la probabilidad de que los hombres fueran infieles, pero no ocurría lo mismo cuando se evaluaba a las mujeres. Tomados en conjunto, tanto hombres como mujeres mostraron una precisión por encima del azar para los rostros de los hombres, pero no para los de las mujeres”.

¿Hay alguna clave que delate a los infieles? El equipo de Foo analizó las señales faciales comunes en personas infieles y se centraron en dos características: el atractivo y el dimorfismo sexual. “Hay razones sustanciales para vincular estas dos señales con la infidelidad real – explican en el estudio –. Los individuos atractivos son preferidos como parejas sexuales y por lo tanto están sujetos a más intentos por parte del sexo opuesto para atraerlos a relaciones fuera de la pareja. El dimorfismo sexual, particularmente el masculino, se relaciona positivamente con la preferencia por el sexo no comprometido y las relaciones múltiples. Así, en el caso de los hombres el atractivo estaba vinculado a una mayor posibilidad de percepción de la infidelidad, pero en las mujeres, ni el atractivo o la feminidad constituían una medida relacionada con la percepción de infidelidad. Por lo tanto, sigue sin estar claro qué pistas podrían conducir a la precisión en los juicios sobre la infidelidad de las mujeres”.

Para Foo el resultado fue inesperado. “Sorprendentemente – señala el líder del estudio –, a pesar de que los hombres más atractivos fueron calificados como más infieles, tenían menos probabilidades de tener relaciones fuera de la pareja. Pero, aunque los hombres son ligeramente más propensos a traicionar, todavía es difícil detectar posibles trampas en la cara de un individuo. Si vamos a confiar únicamente en nuestras primeras impresiones para detectar tramposos, cometeremos errores sustanciales. Nuestros resultados no deben usarse para basarse en las primeras impresiones”.

Juan Scaliter