Hay personas que son más diurnas que nocturnas. Eso es debido a nuestro reloj interno. Estudios previos ya habían revelado que esa preferencia venía determinada en parte por factores genéticos. Y ahora, un nuevo estudio realizado por un equipo de la Universidad de Bristol (y que aún está pendiente de revisión), apunta la posibilidad de que ser más diurno o nocturno puede influir también en tener más o menos riesgo de padecer cierto tipo de cáncer.

Los investigadores realizaron un estudio con más de 4.000 mujeres a lo largo de ocho años. Los autores del estudio usaron una técnica conocida como aleatorización mendeliana, que consiste en usar variantes genéticas, para determinar si una asociación observacional entre un factor de riesgo y un resultado es consistente.

Concretamente, analizaron más de trescientas variantes genéticas asociadas a los ritmos circadianos. Y lo que observaron es que aquellas vinculadas al llamado tipo alondra (es decir, a las personas de hábitos diurnos), estaban también vinculadas con un menor riesgo de desarrollar cáncer de mama.

De hecho, durante el tiempo que duró el estudio, aproximadamente dos de cada cien voluntarias pertenecientes al grupo de los búhos (personas cuyos ritmos circadianos coinciden con hábitos nocturnos), fueron diagnosticadas de cáncer de pecho, frente a una de cada cien en el grupo de las alondras.

Por supuesto, estos resultados tienen que ser tomados con mucha cautela. Como ya hemos dicho, el estudio aún está pendiente de revisión. Y, además, aunque pase todos los controles, los resultados del mismo solo establecen la existencia de un posible vínculo, pero no explican ni aclaran la causa del mismo. Así que sigue siendo necesario investigar mucho más sobre esta posible asociación.

Vicente Fernández López