Las nuevas tecnologías, una vez más, al servicio del conocimiento. La digitalización ha permitido el avance de campos como la medicina o la informática, abriendo nuevas vías para la investigación y la aparición de descubrimientos. La Universidad de Washington se ha ‘subido a la ola’ de este impulso para una misión ambiciosa. Se trata de crear un registro digital de las cerca de 25.000 especies de peces que existen en el mundo.

“Los escáneres están transformando la manera en que pensamos acerca de los datos en 3D y la accesibilidad”, explica Adam Summers, profesor de Biología y Ciencias del Mar de la institución e investigador líder del proyecto. Él se refiere, en concreto, a unas tecnologías que nos permitirán percibir a los peces en alta resolución. Científicos, profesores, estudiantes e ictiólogos (rama de la zoología que se dedica al estudio de los peces) podrán acceder a detalles tan sofisticados como las escamas de un pez víbora del pacífico o el apéndice luminoso de un rape del fondo marino.

Tecnología a la última

Los laboratorios de la Universidad de Washington están empleando para ello un escáner de tomografía computarizada (TC), que se emplea en medicina para observar secciones de objetos anatómicos por medio de rayos X. Su diferencia frente a la radiografía habitual es la capacidad para obtener una imagen mucho más integral del objeto, al poder detectar la fuente de radiación alrededor del cuerpo. Se trata de una clase de escáner en 3D que permite obtener réplicas en tres dimensiones de especies a las que podrá acceder todo el mundo.

Los científicos podrán examinar la morfología de una especie en particular y poder comprobar, de una manera más rápida, las similitudes entre rasgos como la ‘armadura’ ósea de su cabeza o su capacidad para excavar en la arena.

“Ha sido muy divertido lanzar estos datos a la web y que la gente realmente los use”, explica Summers.

“Estamos viviendo una época increíble. Los que empezamos a investigar hace unas décadas no podíamos ni imaginar que tendríamos a nuestra disposición herramientas tecnológicas como las que disponemos hoy día”, comenta Juan Manuel Ruiz Fernández, científico titular del Instituto Español de Oceanografía.

“Sea cual sea la tecnología empleada, la compilación de información biológica y ecológica en formatos comprensibles y accesibles al público está siendo sin duda un motor de impulso del conocimiento científico”, sostiene el investigador. Según explica, esta clase de fuente de información puede ser de relevancia tanto para un ecólogo como un biólogo molecular.

Coleccionar especies: una llave para comprender el medio ambiente

Ruiz, junto al Grupo de Ecología de Angiospermas Marinas (GEAM), se embarcó en una misión parecida. En este caso, se trató de crear el Atlas de las praderas marinas, un libro donde junto a su equipo recogió la distribución de los angiospermas (plantas con flores) a lo largo de la geografía española. La relación del mundo vegetal con los seres vivos, así como el impacto de la actividad humana, les permitió extraer una serie de conclusiones acerca de si las políticas en este campo son realmente efectivas.

Los hábitats de angiospermas se caracterizan por ser grandes sumideros de carbono para el ecosistema marino. Para conocer su cantidad, es necesario disponer de datos como la extensión del hábitat.

“Es un tipo de conocimiento básico cuya adquisición es prioritaria para cualquier política relacionada con la conservación y gestión de la biodiversidad y los recursos naturales”, indica Ruiz. Pone como ejemplo las reservas marinas y las directivas europeas relacionadas con los hábitats y especies marinas, en las que la previa catalogación puede ser una gran aliada a la hora de medir la efectividad de las medidas de protección de ecosistemas marinos.

Según explica Ruiz, la catalogación y compilación de hábitats y especies puede ser clave a la hora de comprender si los problemas en el medio ambiente forman parte de un proceso natural o tienen detrás una responsabilidad humana.

“Sin duda alguna facilitará estudios que de otra forma serían difíciles de realizar”, observa, en relación al ‘diccionario’ digital de peces. Destaca la escasez de iniciativas de esta naturaleza, pero califica de “increíblemente buena” su acogida por parte de la sociedad. “La gente necesita saber y aplaude siempre estas iniciativas”, opina.

Su equipo también está apostando actualmente por la tecnología. Pretenden que usuarios del mar como navegantes o pescadores puedan acceder a mapas de las praderas marinas a través de su teléfono móvil, su tablet o un GPS. “De esta forma se evitará que la pesca o el fondeo de embarcaciones continúe dañando las praderas marinas”, explica.

“Nuestro horizonte se encuentra velado por la amenaza del cambio climático”, señala Ruiz, quien pone como ejemplo la Directiva Marco de las Estrategias Marinas, impulsada por el Gobierno para la protección de los ecosistemas marinos. La disposición de poderosas fuentes de información nos podrán señalar no solo qué proteger, sino revelarnos si realmente se está protegiendo.

Mientras tanto, las herramientas se sofistican y avanzan, ofreciendo posibilidades que siglos antes no se habrían concebido. Tal vez y salvando las distancias, de la manera que definió este proceso en una ocasión el escritor y científico británico Arthur C. Clarke, al decir que “cualquier tecnología suficientemente avanzada es equivalente a la magia”.

Blunt-snouted clingfish (Gouania wildenowi)

Cortesía de Adam P. Summers / TAMU

Aleutian Alligatorfish (Aspidophoroides monopterygius)

Cortesía de Adam P. Summers / University of Kansas Biodiversity Institute

Smooth alligatorfish (Anoplogonus inermis)

Cortesía de Adam P. Summers / Burke Museum of Natural History and Culture

Arctic Alligatorfish (Aspidophoroides olrikii)

Cortesía de Adam P. Summers / Burke Museum of Natural History and Culture

(Diademichthys lineatus)

Cortesía de Adam P. Summers & Kevin Conway / ROM 74261

Pez caracol (Agonopsis chiloensis)

Cortesía de Adam P. Summers / Burke Museum of Natural History and Culture