Te levantas, te pones los zapatos, descuelgas del guardarropa la correa de paseo, la coges… Si a estas alturas tu perro sigue plácidamente tumbado, quizás deberías empezar a pensar que no está entre los más listos de su especie. Pero, ¿cuán inteligente es? Todas las investigaciones sostienen que el mejor amigo del hombre tiene cualidades que le permiten desarrollar comportamientos que van más allá del mero instinto. Según un estudio de la Universidad de California en Davis, los perros, si bien no llegan a contar, sí saben diferenciar si hay más o menos objetos en dos grupos diferentes. Así, al menos, se puso en evidencia al colocar a once canes frente a grupos de alimentos, unos de su agrado y otros no. Tras bajar una cortina y variar la proporción de unos y otros en cada conjunto, los “voluntarios” prestaron siempre mayor atención al que incluía mayor comida afín a sus gustos. “Aprenden por condicionamiento”, explica Miguel Ángel Matesanz, director de Auxidog. “Ciertos tipos de educación son tan complejos que no se pueden lograr como una simple respuesta automática a una orden, sino que exigen capacidad mental por parte del perro”, añade.
Saber hasta dónde llega esa capacidad ha sido objeto de análisis para los científicos. Durante mucho tiempo se intentó medir la inteligencia canina basándose en tres parámetros –autorreconocimiento, desarrollo del lenguaje y capacidad de aprendizaje– sin tener en cuenta que estos aspectos son propios del ser humano y no permitían averiguar si, realmente, los perros pensaban. “El perro indiscutiblemente lo hace”, asegura el especialista Carlos Alfonso López. Pero como un niño de 14 meses, según un estudio realizado por la Universidad de Viena, encabezado por Friederike Range y publicado en la revista Current Biology. La investigación, basada en el análisis de comportamientos de imitación en unos y otros, llega a la conclusión de que, en ambos casos, existe la misma disposición a razonar y observar y que esta cualidad se desarrolla en función de la experiencia vivida. Para averiguarlo, Range comparó la capacidad de un bebé de año y medio y la de un cachorro para clasificar fotos. Una persona les iba mostrando, una y otra vez, en qué grupo debían meter cada ilustración. Tras varios ensayos, el perro, por imitación selectiva, fue capaz de hacer la tarea igual que el bebé.?“La memoria es una de las armas de la inteligencia y un ingrediente imprescindible a la hora de iniciar un adiestramiento”, explica Arsenio Menchero, director del centro canino C.CAM 99. Y advierte de un riesgo: “Humanizando al perro se le perjudica enormemente, pues se establece con él un sistema de comunicación erróneo. Al perro le falta imaginación para entender nuestro lenguaje pero nosotros sí podemos aprender el suyo. Que el amo entienda a su perro es magnífico para ambos”, concluye en su advertencia.
Esta es una forma de entender la educación. Y otra, no muy diferente, es la que sostiene el líder mediático canino actual, César Millán. Hecho a sí mismo, ha logrado meter en vereda a perros difíciles de varias celebridades de Hollywood, incluido el de la popular estrella de televisión estadounidense Oprah Winfrey, con técnicas inspiradas en el conductismo, una escuela que basa el aprendizaje en las asociaciones de estímulos –tanto negativos como positivos– a conductas. Pero su modo de actuar e influir en los canes no siempre la comparten todos sus colegas de profesión.

Redacción QUO