Es grande y fuerte. Goza de una vida longeva y puede curar sus heridas increíblemente rápido, e incluso es probable que rara vez contraiga cáncer. Siendo éstas grandes virtudes, no son, sin embargo, las que le dan al gran tiburón blanco la categoría de superhéroe. Los científicos acaban de descubrir ese rasgo que les distinguiría de otros habitantes del océano y de la naturaleza en general: su genoma.

Un equipo internacional de investigadores dirigido por científicos en el Centro de Investigación de Tiburones de la Fundación Save Our Seas y el Instituto de Investigación Guy Harvey en la Universidad Nova Southeastern en Florida han secuenciado el genoma completo del gran tiburón blanco (Carcharodon carcharias). Revela no sólo su enorme tamaño, que equivale a un genoma y medio humano, sino una gran cantidad de cambios genéticos inusuales que podrían estar detrás de su éxito evolutivo para tener una larga vida y genes clave en la cicatrización de heridas y protección contra el cáncer.

El trabajo, publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, subraya que, al decodificar el genoma, los investigadores hallaron modificaciones inusuales en la secuencia del ADN que indican una adaptación molecular (también conocida como selección positiva) en numerosos genes con funciones importantes en el mantenimiento de la estabilidad del genoma.

Estos cambios de secuencia adaptativa se localizan en genes íntimamente relacionados con la reparación, la respuesta y la tolerancia al daño del ADN, entre otros. El fenómeno opuesto, la inestabilidad del genoma, que resulta del daño acumulado en el ADN, es precisamente el que predispone en los humanos a numerosos cánceres y enfermedades relacionadas con la edad.

“No sólo había un número sorprendentemente alto de genes de estabilidad del genoma que contenían estos cambios adaptativos, sino que también había un enriquecimiento de varios de estos genes, destacando la importancia de este ajuste genético en el tiburón blanco”, apunta Mahmood Shivji, director del Centro de Investigación de Tiburones de la Fundación Save Our Seas, que ha dirigido el estudio junto a Michael Stanhope, de la Facultad de Medicina Veterinaria de la Universidad Cornell.

Genes saltarines

El genoma del tiburón blanco contiene además un número muy alto de ‘genes saltarines’ o transposones, y en este caso un tipo específico, conocido como LINE, con una de las proporciones más altas (casi el 30%) descubiertas hasta ahora en vertebrados. Los investigadores también encontraron que muchos de los mismos genes de estabilidad del genoma en el tiburón blanco también estaban bajo selección positiva y se enriquecieron con el tiburón ballena, que tiene un gran cuerpo y buena esperanza de vida, lo que contradice la hipótesis de que el riesgo de desarrollar cáncer debería aumentar tanto con el número de células (cuerpos grandes) como con la vida útil de un organismo.

Estos animales de gran tamaño han desarrollado capacidades superiores de protección contra el cáncer. Las innovaciones genéticas descubiertas en los genes de estabilidad del genoma en los tiburones blanco y ballena podrían ser adaptaciones que faciliten la evolución de sus grandes cuerpos y su larga vida útil.

La decodificación de este animal proporciona a la ciencia un nuevo conjunto de claves para estudiar la prevención del cáncer y la curación de heridas y, de paso, descubrir misterios persistentes sobre estos depredadores temidos e incomprendidos. Por ejemplo, ¿por qué los tiburones han sobrevivido durante unos 500 millones de años, casi más que cualquier vertebrado en la tierra?

Marian Benito