Un agujero monstruoso

Se conoce como la cuenca Aitken, es el cráter más antiguo y profundo de la Luna y está considerada la segunda cuenca de impacto más grande del Sistema Solar. Este gigantesco cráter está situado en el Polo Sur, tiene 2.500 kilómetros de diámetro y una profundidad de 12 kilómetros. Su origen se remonta al pasado más remoto de la Luna cuando, recién formada, sufrió la colisión de un asteroide que dejó deshecho dicho Polo. Su interés reside en que puede que en su lecho, en la zona conocida como cuenca Apolo, aún existan muestras de la corteza lunar primigenia que permitan estudiar cómo era la Luna en su origen. Si un día mandamos allí a nuestros astronautas, será como mirar por una ventana hacia el pasado.

¿De dónde viene el agua de la Luna?

Pese a las cantidades de roca que trajeron los astronautas de las misiones Apollo, es ahora cuando se están desentrañando muchos secretos de la composición de la Luna. Tras estrellar el módulo Centauro contra el cráter Cabeus, la sonda obtuvo muestras que nos confirman la presencia de abundante agua en forma de hielo y de otros componentes, como monóxido de carbono, amoníaco, mercurio y pequeñas cantidades de plata. Todos estos elementos suponen una valiosa pista para saber de dónde proceden los cráteres y el agua: probablemente de los asteroides y cometas que impactaron contra nuestro satélite.

¡Cuidado con el socavón!

Un agujero tan ancho como un campo de fútbol y con una caída de más de 100 metros. En las fotografías que envía la LRO aparecen de vez en cuando estos extraños socavones sobre el terreno, y su inquietante nitidez hace soñar a algún conspiranoico con la entrada a una base subterránea llena de naves espaciales. La explicación de su origen, sin embargo, es mucho más prosaica y tiene que ver con la actividad volcánica de la Luna. Igual que sucede en la Tierra, los túneles subterráneos que deja el flujo de lava colapsan al cabo del tiempo y producen esta forma característica. Aunque la gravedad de nuestro satélite es menor, si cayéramos en su interior nos daríamos un buen golpe.

Atracción turística

Cada vez que vemos un agujero en la superficie de la Luna pensamos instintivamente en cráteres de impacto. Pero ¿de dónde puede proceder un agujero como el de la imagen, que parece esculpido en la roca? Se trata de un minivolcán situado en la región denominada Lacus Mortis (el lago de la muerte) que tiene unos 400 metros de diámetro. Sus preciosas laderas redondeadas lo convertirán en una atracción turística si un día colonizamos la Luna.

Impacto humano

No todos los cráteres de la Luna han sido causados por el impacto de meteoritos procedentes del Sistema Solar. El de la imagen inferior, de 30 metros de diámetro, es el hoyo que dejó una de las fases del cohete Saturn V tras estrellarse en abril de 1970. Formaba parte de la misión Apollo 13 y es uno de los muchos objetos que hemos dejado allí. ¿Fue dicha colisión un accidente? En absoluto. Hasta septiembre de 1977 se preparó el impacto de algunas sondas para estudiar cómo se propagaban las ondas sísmicas sobre la superficie de nuestro satélite.

Vehículos rusos y espías enanos

El puntito que ves en la imagen es un vehículo robótico que los rusos dejaron sobre la superficie de la Luna en 1970. El Lunokhod 1 fue el primer vehículo de este tipo que funcionó con éxito, y quedó “aparcado” en el punto que muestra la fotografía tras recorrer 10 kilómetros. Como curiosidad, gracias a esta misión los soviéticos tuvieron su propia versión de la conspiración lunar: muchos ciudadanos no se creyeron la versión oficial y se extendió la leyenda urbana de que
en el interior del Lunokhod 1 había un agente enano del KGB que era quien en realidad pilotaba el vehículo.

Escudos magnéticos

Una de las características que ha permitido la vida en la Tierra es la existencia de una potente magnetosfera que nos protege de las radiaciones externas. Recientemente, los astrónomos han descubierto algunas anomalías magnéticas en varias zonas de la Luna que actúan como una especie de “escudo” que podría proteger a los astronautas de las radiaciones. La zona más extensa se encuentra cerca del Ecuador lunar y ocupa una extensión de 360 kilómetros. La explicación de estas mini burbujas magnéticas aún no está clara, pero se cree que podría explicar la presencia de zonas más blancas sobre la superficie. La radiación solar oscurece la superficie lunar, y las anomalías magnéticas comentadas podrían estar protegiendo estas zonas de su efecto.

Triple puesta de sol sobre Bhabha

Escenas como esta contradicen la idea de que la Luna tiene un paisaje aburrido. En la fotografía inferior, tomada por la LRO, vemos los tres picos que sobresalen en el centro del cráter de Bhabha, de 64 kilómetros de diámetro. A medida que el sol se pone, el interior del cráter se sume en la más completa oscuridad, y la luz se queda durante unos instantes sobre las cimas de los picos componiendo una imagen espectacular. Abajo, en las zonas en sombra, el cráter tiene hasta 3 kilómetros y medio de profundidad.

Una piedra ‘rodante’

Ese puntito blanco en el centro del cráter es una piedra del tamaño de una casa (unos 10 metros de ancho). A los astrónomos que analizan las fotos de la LRO, la escena les recordó un golpe de golf, donde la piedra es la pelota y el cráter el agujero. Lo más impactante de la imagen es la huella que dejó la piedra en su recorrido descendente por la ladera de un cráter. Como en la Tierra, estas rocas se desplazan por efecto de la gravedad hasta que se topan con un obstáculo. El hecho de ver la trayectoria nos permite comprender que sobre la superficie de la Luna no todo está tan quieto como parece.

Cráteres electrificados

Si alguna vez comienza la colonización de la Luna, uno de los principales puntos de interés serán los cráteres más profundos, donde podríamos encontrar agua en abundancia. La exploración de dichos cráteres, sin embargo, podría entrañar dificultades. Un estudio realizado por el doctor Bill Farell, del Instituto Goddard, indica que los vientos solares que recorren la superficie del satélite podrían estar cargando de electricidad estática el interior de los cráteres. Esa electricidad acumulada en la oscuridad podría provocar descargas de cientos de voltios y causar daños tanto a los astronautas como a los robots.