El Tiranosaurio rex fue un depredador muy agresivo y temible. Pero hay algo en su anatomía que parece no cuadrar con esa reputación, y son sus brazos. Tienen un tamaño tan pequeño que, a simple vista, resultan ridículos comparados con el resto del cuerpo del colosal animal.

La hipótesis comúnmente aceptada para explicar dicha «anomalía» anatómica es que se trataban de órganos vestigiales. Pero, ahora, un nuevo estudio realizado por investigadores de la Universidad de Hawai sugiere que, en realidad, los brazos del T-rex eran así de pequeños porque tenían una función muy concreta: ayudar a matar a sus presas.

Los autores del nuevo estudio explican que los brazos del animal, rematados por dos garras de unos diez centímetros de largo, permitían infligir a su víctima heridas de hasta un metro de longitud y de varios centímetros de profundidad. Una herida así no bastaría por si sola para matar a otro dinosaurio ni para dejarlo fuera de combate. Pero muchas de ellas si que provocarían el efecto de debilitarlo de forma progresiva a causa de la continua pérdida de sangre.

Según el informe de los paleontólogos de Hawai, la forma de los huesos coracoides en los brazos y del hueso del húmero en el hombro sugiere que los T-Rex eran capaces de mover los brazos con mucha precisión y rapidez. Además, el hecho de que solo tuviera dos garras en lugar de tres, que suele ser lo habitual en los dinosaurios del orden Theropoda, le habría permitido ejercer un 50% más de fuerza al clavarlas en su presa para desgarrarla.

Hay que aclarar que esta tesis ha sido recibida con cierto escepticismo por muchos paleontólogos que no acaban de verlo tan claro. Afirman que los brazos del tiranosaurio solo podían resultar un arma efectiva, si se acercaba mucho a su presa. Aunque admiten que tal vez pudieran haber sido más útiles para los ejemplares jóvenes que aún no habían completado su desarrollo.

Vicente Fernández López