Los psicólogos distinguen dos tipos de ansiedad, la de estado (se vincula a una situación particular y es transitoria) y la de rasgo, que es la que forma parte de la personalidad. Esta última puede dificultar seriamente la capacidad de una persona para competir en un contexto social, llevando a los individuos con una ansiedad elevada, a un círculo de desventaja social y más ansiedad. Específicamente, la ansiedad de rasgo puede mermar la confianza de una persona para competir por una posición social, haciéndolos sentir pasados por alto y rechazados: una condición que los psicólogos llaman «subordinación social».

Ahora un grupo de científicos de la Escuela Politécnica Federal de Lausanne (EPFL), liderados por Carmen Sandi, han demostrado que una serie de dosis bajas de ansiolíticos, como el diazepam, pueden mejorar este efecto aumentando la actividad de las mitocondrias en las neuronas de ratones. Básicamente el fármaco ayudó a los roedores con ansiedad de rasgo, a aumentar su capacidad para competir socialmente, mientras que aquellos animales que tenían niveles reducidos de ansiedad, no mostraron ningún beneficio.

De acuerdo con los autores, el diazepam aumenta la liberación de dopamina de las neuronas delárea tegmental ventral del cerebro (VTA) hacia el núcleo accumbens, ambas regiones están involucradas en los mecanismos de motivación y recompensa. La liberación de dopamina desencadena una cascada bioquímica que aumenta la producción de energía de las mitocondrias de las neuronas, la batería de las células.
El estudio, publicado en Molecular Psychiatry, establece el papel de los ansiolíticos en la lucha contra la subordinación social y, más críticamente, demuestra que la mitocondria es un objetivo prometedor para el tratamiento farmacológico de disfunciones sociales relacionadas con la ansiedad.
«Usando un enfoque farmacológico – concluye Sandi en un comunicado –, hemos descubierto mecanismos neuronales clave que permiten que personas con ansiedad experimenten cambios rápidos en la confianza en sí mismos y en sus capacidades competitivas. Sin embargo, estos cambios también podrían lograrse a través de programas de entrenamiento conductual o intervenciones nutricionales». Su grupo ya está investigando intervenciones efectivas, no farmacológicas, dirigidas a los mismos mecanismos en el cerebro para mejorar las disfunciones conductuales relacionadas con la ansiedad de rasgo.

Juan Scaliter