Es como encontrarse dinero en un bolsillo, algo inesperado y que te alegra el día. Aunque solo sean cinco euros. Lo mismo ocurre con ese instante de epifanía, el momento Eureka en el que nos damos cuenta de algo que durante mucho tiempo huyó a nuestra comprensión.
El problema es que hasta ahora, los científicos no tenían un modo eficaz de estudiar el instante conocido como “aprendizaje epifánico”. Pero un grupo de expertos de la Universidad Estatal de Ohio, liderados por Ian Krajbich, utilizaron la tecnología de medición pupilar para ver qué sucede cuando descubrimos cómo ganar un juego de estrategia en un ordenador.

Para el estudio, 59 estudiantes se enfrenataron a un complejo juego contra u oponente invisible. El objetivo era lograr el número más bajo posible. Mientras esto ocurría, se medía la dilatación de la pupila. Los resultados, publicados en Proceedings of the National Academy of Sciences, demostraron que los investigadores podían decir cuándo un jugador tenía este momento Eureka.
“Fuimos capaces – explica Krajbich en un comunicado – de ver a nuestros participantes averiguar la solución a través de sus movimientos oculares mientras consideraban sus opciones. Podíamos predecir que estaban a punto de tener una epifanía antes de que supieran que estaba llegando a ella”.
Y es que los participantes dieron pistas de que iban a tener ese momento, aunque no se dieran cuenta. Elsistema de seguimiento ocular demostró que miraban al cero (el número clave del juego) y a otros números bajos más a menudo.
“Hay un cambio repentino en su comportamiento, están eligiendo otros números y súbitamente cambian y comienzan a elegir sólo el cero – añade Krajbich –. Ese es un sello distintivo del aprendizaje de la epifanía”.
Aquellos que tuvieron estos instantes de iluminación, también pasaron menos tiempo mirando las opciones numéricas de sus oponentes y más tiempo considerando el resultado de cada prueba, es decir si ganaban o perdían.
«Una cosa que podemos afirmar de esta investigación es que es mejor pensar en un problema que simplemente seguir a otros. Aquellos que prestaron más atención a sus oponentes tendieron a aprender la lección equivocada”, concluye Krajbich.

Juan Scaliter