Los fantasmas de los mamíferos de la Edad del Hielo pueden enseñarnos importantes lecciones acerca de lo que sucede con un ecosistema cuando sus especies más importantes se extinguen. Así lo afirma un reciente estudio de la Universidad de Yale. Durante la Edad de Hielo, el planeta perdió alrededor del 38% de la diversidad funcional (el papel que un animal juega dentro de un ecosistema) de mamíferos. Esas especies incluían mamuts, megaterios (perezosos gigantes), la paleolama mirifica (una llama que habitó el norte del continente americano) y castores gigantes, entre otras.

El estudio analizó 94 especies de grandes mamíferos que habitaron América del Norte durante los últimos 50.000 años con el objetivo de examinar la relación entre la diversidad funcional y el riesgo de extinción. La pregunta clave era: Las especies más distintas, ¿eran las más expuestas?. Los resultados demostraron que las especies con rasgos únicos no eran más propensas a extinguirse, por ello las extinciones de la Edad de Hielo no fueron tan duras en los ecosistemas circundantes.
El equipo de expertos, liderados por Matt Davis, de la Universidad de Yale, realizó un seguimiento sobre algunos de los mamíferos más grandes del mundo y los papeles que jugaron dentro de sus ambientes respectivos. Los hallazgos, publicados en Proceedings of the Royal Society B, tienen un lado positivo y uno negativo.
“En el aspecto positivo – afirma Davis en un comunicado –, la Edad de Hielo no fue tan compleja en lo que a diversidad funcional se refiere como se pensaba anteriormente. Los animales que sobrevivieron a la Edad de Hielo, como el castor, resultaron ser tan distintos como los que no sobrevivieron. Pero en lo negativo, nuestro planeta ha llegado a un punto en el que perder incluso un puñado de mamíferos con una función clave dejará una brecha igual a la de todas las extinciones de mamíferos de la Edad de Hielo. Se puede pensar en estos efectos como una gran tienda de campaña donde cada animal soporta una de los tirantes que la mantienen en pie. Perdimos muchas especies cuando los seres humanos llegaron por primera vez a América del Norte, así que parte de nuestra tienda cayó, pero no es una tan grande como pensábamos. El problema es que ahora solo tenemos unos cuantos animales que soportan esos tirantes y si desaparecen, todo se derrumba”.
Un caso particular fue el de los mamuts, nada fue capaz de reemplazar su función una vez se extinguieron. Sin embargo, Davis descubrió que los animales domésticos europeos, introducidos más adelante, restauraron una cierta diversidad funcional. Otro ejemplo de esto son los burros, que surgieron después de la extinción de los perezosos gigantes, ya que ambas especies comparten una masa corporal y una dieta similares. El problema al que nos enfrentamos es que estas redundancia son mucho menos frecuentes actualmente: las especies vulnerables, como osos polares, jaguares y osos hormigueros gigantes, no tienen equivalente funcional.
«Examinar el pasado a través del registro fósil en realidad nos permite predecir mejor futuras extinciones – concluye Davis –. No podemos entender cuán valiosas o vulnerables son las especies de hoy sin tener en cuenta los “fantasmas” de esas especies que murieron antes que ellos”.

Juan Scaliter