Se necesita una personalidad muy peculiar para discutir la naturaleza de objetos que están a billones de kilómetros de distancia, que no se pueden ver y ni siquiera pueden describirse recurriendo a las leyes físicas conocidas. Pero el mundo de la astrofísica está repleto de estos personajes que en los últimos tiempos han comenzado a debatir sobre la noción de los agujeros negros.
Pese a lo que puede verse en series y películas, estos tragaluces cósmicos puede que no sean negros ni tampoco agujeros. Algunos teóricos señalan que el horizonte de eventos de un agujero negro (la línea que separa lo que el gigante deglute con su boca y lo que aún no ha podido tragarse) es en realidad un infierno resplandeciente y luminoso. Otros señalan que su nombre correcto deberían ser agujeros grises, por sus bordes difuminados y están los agitadores de siempre que afirman que todo el debate es un sinsentido ya que los agujeros negros jamás podrían formarse.
¿Por qué los agujeros negros son tan importantes? En el mundo de la física existen dos grandes hemisferios, el de los fenómenos cuánticos que describe el universo de lo mínimo y lo veloz y el de la teoría general de la relatividad, que trata sore los eventos lentos y a gran escala. En un agujero negro, el tiempo y el espacio estarían sometidos a fuerzas de tal magnitud que ambos hemisferios estarían forzados a unirse y esto permitiría el ansiado desarrollo de una Teoría del Todo, un cuerpo de leyes que unifique la mecánica cuántica y la relatividad.
El problema es que los agujeros negros, de existir, se tragan todo lo que está a su alcance, pero vomitan paradojas constantemente. Por ejemplo, cuando estos pozos sin fin llenan sus tripas, lo hacen con materia y toda la materia contiene algún tipo de información (por eso la detectamos), pero cuando un agujero negro colapsa, el resultado es lo que se conoce como radiación de (Stephen) Hawking,partículas que se escapan de la boca del infierno y no contienen información ninguna. Caer en un agujero negro destruye, según esta noción, una parte de la realidad. Y para los físicos, astrofísicos y expertos en cine bizarro, esto no tiene sentido.
En el camino para intentar resolver esta paradoja, hay quienes, como el profesor Joseph Polchinski de la Universidad de California, Santa Barbara, plantean la posibilidad de que en el horizonte de eventos de un agujero negro exista una barrera que destruye toda la información. De este modo la realidad no se evapora en un agujero negro, sino que no llega a entrar al agujero negro. Claro que esto no resuelve nada, simplemente cambia la paradoja de lugar.
En este contexto no es extraño, de hecho es casi deseable, que aparezcan científicos, como Laura Mersini-Houghton de la Universidad de Carolina de Norte o Cenalo Vaz, físico de la Universidad de Cincinnati, que dicen que los agujeros negros no existen. Para ellos cuando una estrella masiva implosiona, se destruye por completo antes de afectar al tejido del espacio y el tiempo y convertirse en un agujero negro.
La pregunta final es…si no existen, ¿qué son esas ausencias, por llamarlas de un modo diferente y no repetir agujero negro, en el centro de las galaxias? Hay evidencias de objetos supermasivos que lo atraen todo. La teoría de Mersini-Houghton es que en esa región el tiempo se estira de modo tan drástico que para nuestro punto de vista, todo está congelado en un instante eterno.
La realidad, al menos la que no se tragó un agujero negro, es que la única forma de responder estas paradojas y enigmas es lograr una teoría del todo. Solo así comprenderemos estos fenómenos, señala Mersini-Houghton

Juan Scaliter