La ciencia a veces se percibe como cara, difícil o inaccesible, algo solo al alcance de las grandes instituciones. Faustino Organero no está de acuerdo con esta idea.

Hace ya 20 años que Faustino, que en sus propias palabras era entonces “un pintor de brocha gorda” comenzó a construir, literalmente, su sueño. Aficionado a jugar con lentes desde su infancia, decidió construir su propio telescopio, pero no uno cualquiera. Compró un primer espejo reflector de 30 centímetros, y el observatorio nació y creció alrededor del él. “Es demasiado grande para tenerlo en casa, así que tuve que buscarle sitio”, cuenta.

Aprendió a soldar y reunió chatarra de las herrerías de la zona, y comenzó a trabajar en un solar de La Puebla de Almoradiel en Toledo. Alrededor del telescopio creó una cúpula motorizada, y luego llegó otro telescopio aún mayor, los sistemas de control, y así surgió el Complejo Astronómico de La Hita, que hoy recibe cientos de visitantes y cuyos datos e imágenes han sido utilizados por la NASA y mencionados en las revista científica Nature.

Al proyecto se unieron la astrónoma aficionada Leonor Hernández, que siempre había querido ser astronauta o por lo menos trabajar en un observatorio astronómico. “La vida te lleva por otros caminas, pero el sueño se queda contigo hasta que un día alguien te dice que tiene un observatorio en el que puedes trabajar”, comenta. Leonor coincidió con Faustino porque trabajaban en el mismo edificio, y decidió unirse al proyecto. “Cuando dejas atrás los miedos de no estar suficientemente preparada y das el salto la recompensa es enorme”, cuenta entusiasmada.

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De izquierda a derecha, Fernando Fonseca, Leonor Hernández y Faustino Organero
Ramón Bilbao

También se unió al observatorio Fernando Fonseca, un ingeniero especializado en robótica que compartía su pasión por las estrellas y aportó toda su experiencia para robotizar el observatorio. Un sistema de este calibre no se puede comprar en una tienda, y hubo que desarrollar tanto el hardware como el software desde cero, aprovechando componentes electrónicos ya existentes. “Toda la cúpula puede controlarse con el mando de una PlayStation”, explica.

Sin embargo, el ingenio no está reñido con la precisión, a pesar de tratarse de equipos fabricados casi artesanalmente. “Las tolerancias de la parte mecánica están por debajo de una micra (milésima de milímetro) y en la óptica por debajo del nanómetro” constata Fernando Fonseca.

Pero ¿cómo se consigue calibrar una enorme cúpula fabricada con hierro reciclado y una sierra radial? “El telescopio tiene que estar apuntando a un punto en el cielo y seguir a un objeto con total precisión, tenemos tornillos de ajustes en azimut, en altura que calibramos hasta que una noche consigues que el seguimiento sea perfecto”, puntualiza Faustino Organero.

A aquél primer telescopio siguieron otros de 40, 77 y hasta 150 centímetros, hasta llegar a seis totalmente construidos y otros ocho en preparación, junto con sus sistemas de control. Un esfuerzo constante a lo largo de dos décadas que ahora está produciendo sus frutos. “No hemos recibido ningún tipo de ayuda ni subvención oficial“, manifiesta Faustino Organero. Precisamente en su vigésimo aniversario, el Observatorio de La Hita ha sido seleccionado por la iniciativa Descubriendo sueños únicos de las bodegas Ramón Bilbao, que selecciona y apoya proyectos innovadores únicos en España, y que ha contado con la participación del actor Antonio de la Torre para contar la historia de estos infatigables astrónomos.

Además de su labor investigadora, una de las vocaciones del proyecto y sus fundadores es la educación. Desde el observatorio organizan visitas y un pula de astronomía para centros escolares ofreciéndoles una experiencia única. “Yo crecí viendo Cosmos de Carl Sagan, que me abrió los ojos al universo”, recuerda Leonor Hernández. “Cuando conseguimos emocionar y entusiasmar a los niños que vienen de visita, y también a los adultos, sabemos que lo estamos consiguiendo hacer lo mismo”.

Darío Pescador