El aumento de peso se produce cuando el gasto de energía de una persona es menor que lo que consume, en pocas palabras: si no gastamos lo que consumimos, se acumula en forma de grasa. Esta máxima es muy conocida, lo que se ignora es que, en promedio, casi la mitad de la energía del cuerpo es utilizada por el cerebro durante los primeros años de la infancia. Y la glucosa es una fuente muy rápida para obtener energía.

De acuerdo con un nuevo estudio, publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), un equipo liderado por Christopher Kuzawa, señala que esa variación en las necesidades energéticas del desarrollo cerebral en los niños, en términos de tiempo, intensidad y duración del uso de la energía, podría influir en los patrones de gasto de energía y aumento de peso en el futuro.

«Todos sabemos que la cantidad de energía que queman nuestros cuerpos influye de manera determinante en el aumento de peso – señala Kuzawa en un comunicado –. Cuando los niños tienen 5 años, sus cerebros precisan casi la mitad de la energía que consumen. Y, sin embargo, no tenemos idea de cuánto varía el gasto energético del cerebro en los menores. Se trata de una enorme brecha en nuestra comprensión del gasto energético. Uno de los principales objetivos de nuestro estudio es llamar la atención sobre esta brecha en la comprensión y alentar a los investigadores a medir el uso de energía del cerebro en futuros estudios vinculados al desarrollo infantil, especialmente aquellos enfocados en comprender el aumento de peso y el riesgo de obesidad”.

Otra incógnita importante es cómo influyen en este gasto energético los programas diseñados para estimular el desarrollo del cerebro a través de diferentes estímulos.

«Creemos plausible que un mayor gasto de energía por parte del cerebro podría ser un beneficio imprevisto para los programas de desarrollo infantil temprano, que, por supuesto, tienen muchos beneficios demostrados – concluye Kuzawa –. Pero es fundamental comprender el mecanismo ya que a medida que la energía necesaria para el desarrollo del cerebro disminuye en niños mayores y adolescentes, la tasa de aumento de peso aumenta. Nuestro hallazgo confirma una hipótesis de larga data en la antropología que señala que los humanos, en la infancia, nos desarrollamos a un ritmo mucho más lento en comparación con otros mamíferos y primates, algo que se debe en parte a que nuestros cerebros requieren más energía para desarrollarse”.

Juan Scaliter