Los tejidos inteligentes han evolucionado para ofrecer ventajas y confort a quien los lleva y cuidar el planeta

A menudo, cuando se habla de tejidos inteligentes, nos imaginamos aquellos que incorporan sensores de frecuencia cardíaca, oxigeno en sangre, localización, calorías quemas, etc. Pero estos son tejido con inteligencia incorporada, no tejidos inteligentes. Estos últimos son aquellos en los que, por ejemplo, se logra el control de la conducción de la humedad (la transpiración) desde la superficie de la piel al ambiente, a través del tejido. Este es un factor importante para optimizar la comodidad y maximizar el rendimiento, evitando cambios de temperatura corporal y manteniendo el equilibrio térmico.

Los tejidos inteligentes no solo garantizan un balance de temperatura con el medio ambiente (conservando calor o reduciéndolo según las exigencias y las condiciones externas) sino manteniendo una humedad adecuada para no afectar al rendimiento.

Las fibras preferidas para la gestión de la humedad incluyen poliéster por su baja absorción de humedad, polipropileno por su excelente absorción de la humedad y poliamida por sus propiedades de absorción y durabilidad. Solo hay un problema: la contaminación. “El poliéster artificial – nos explican desde Buff, una empresa líder en tejido deportivo de altas prestaciones – es un tipo de material para cuya producción se emplean enormes cantidades de agua, productos químicos y combustibles fósiles. Actualmente trabajamos con fibras recicladas, lo que implica entre un 33 y un 53% menos de energía. De hecho, el 100% de la microfibras utilizada en los productos BUFF se obtienen a partir del reciclado de botellas de plástico. Con este proceso se logra una fibra que puede reciclarse una y otra vez sin perder su calidad original”. Y a todo esto hay que agregarle que la fibra debe ser ligera, elástica, hipoalergénica y de secado rápido, para hacer deporte. 

Para ello, el primer paso es lavar y cortar en escamas las botellas PET, luego estas se funden para conseguir fragmentos aún más pequeños. El producto obtenido se pasa a través de una matriz para obtener hilos (un proceso conocido como extrudación) con los que se realizan diferentes tipos de productos. Lo interesante es que Buff ha logrado crear con este proceso un tejido que mantiene la temperatura, se seca rápidamente y protege de la radiación solar en un 95%. Comparado con el algodón, que apenas protege un 20%  o con la lana y el poliéster que protegen, pero no permiten a la piel respirar, el tejido Coolnet, evita los rayos ultravioletas y  transfiere la humedad generada por la transpiración, al ambiente. 

Teniendo en cuenta que la producción de tejidos de poliéster generan más de 700.000 millones de kilos de CO2 por año (la fabricación de una camiseta de poliéster contribuye con 5,5 kilos de CO2, la del algodón 2,2 y las de PET reciclado menos aún), la necesidad de contar con tejidos inteligentes y verdes, es imprescindibles. Sobre todo porque el CO2 que liberan en toda su producción estos tejidos, es similar a la que produce todo el continente de Oceanía en un año.