El confinamiento nos ha dejado huérfanos de muchas cosas que nos causan nostalgia. Pero tras quince o más días de cuarentena, los que tenemos la enorme suerte de no sufrir la enfermedad hay algunas cosas que, con el corazón en la mano, NO echamos de menos. Hemos preguntado en redes sociales, #queNOechasdemenos y esta ha sido la respuesta. 

En uno de los múltiples chats una persona contestó: “la línea 1 del metro”, y otra: “el comedor de mi trabajo”. Finalmente llegó el momento de la sinceridad, porque otra dijo: “no echo nada, pero nada de menos el sujetador”. Un aluvión de mujeres del chat confesó que hacía más de diez días que no usaba sujetador y ninguna pensaba ponérselo mientras durara la cuarentena. Zapatos y sujetador son los adminículos más inútiles del confinamiento, por lo que se ve, porque en cuestión de arreglo personal la verdad es que ahora estamos felices: “no echo de menos depilarme el entrecejo”, “pensar qué ponerme de ropa cada día”, “los vaqueros apretados, ahora estoy en chandal”, “me visto de cintura para arriba cuando tengo teleconferencia con mi jefe, por abajo estoy en pijama”.

Esta encuesta no es científica ni sirve para extraer estadística alguna, pero hemos planteado la pregunta por los chats del mundo (o sea, los que tenemos a mano) y algunas conclusiones se pueden extraer. Hay unanimidades: nadie echa de menos desplazarse en horas punta, los apretujones, las prisas, los viajes en metro y autobús como sardinas en lata, los trayectos interminables, el estrés laboral, las reuniones inútiles de trabajo o pelearse por las salas de la oficina, llenar el “tupper” para comer en el curre o las cenas de compromiso. Ni coger el coche, ni los atascos, ni el ruido, ni las aglomeraciones, ni la contaminación. Mucha gente no echa de menos ir a trabajar, aunque lo siga haciendo desde su casa, y menos madrugar, o el despertador.

Nadie echa de menos las reuniones de las comunidades de vecinos

Lo siento por quienes lo son, pero casi nadie echa de menos a su jefe… ni a su supervisora.  Y otro clamor general: nadie echa de menos las reuniones de comunidades de vecinos, creo que el estado debía tomar cartas en este asunto. Hay cosas muy comprensibles: no se echan de menos las colas en los probadores de ropa, ni en los lavabos públicos, ni en las cajas de las tiendas.

Y respuestas muy particulares: una amiga no echa de menos viajar (porque viaja todo el rato por trabajo); otra, ir a comprar (porque ahora se lo traen y no tiene que cargar) y otra, que le limpien la casa, porque se ha puesto a hacerlo ella y ha descubierto de forma tardía lo mucho que le gusta limpiar, tener su casa como un sol y la “maruja” que lleva dentro.

El olor a pis en las esquinas y los carteles de obra dejaron de existir cuando acabaron los paseos

Pero existe gente también muy precisa: “el ruido de quienes mueven la cucharilla en el café cual badajo de campana”, “el olor a carne quemada del restaurante de al lado”, “el crujido de las valvas de mejillones pisados en el suelo de los bares”, “el olor a pis entre los contenedores de reciclaje”, “el ruido de las máquinas tragaperras”, “la costra de mugre pegada al suelo de la calle”, “tener que comprarme el papelito del aparcamiento y pelearme con la máquina que me tiene tiranizada”, “los patinetes tirados en el suelo”, “ir todos los viernes a comer al Burger King”, “los perros sueltos”, “ los que van hablando solos por la calle con los cascos puestos”, “los carteles de las obras municipales que excluyen la fecha que preve su finalización”.

Aunque parezca mentira hay gente que ¡no echa de menos el fútbol! Y bastante a la que no le producen nada de nostalgia las televisiones a todo gas en los bares emitiendo los partidos. Pero también hay respuestas existencialistas: “La obligación de no tener que salir de casa todos los días”; o absurdas: “el golf” (nunca ha jugado); o incomprensibles: “ponerme y quitarme el abrigo”; o de su propia idiosincrasia: “comer tapas que me sientan fatal con amigos que comen muy deprisa”; o de dudosa legalidad “a mi camello, porque le compré todo antes del confinamiento”; o surrealistas: “no echo de menos las cuestas” (????).

Las personas que se lo han tomado más en serio No echan de menos el consumo desenfrenado o los machismos

Finalmente hay personas que se toman muy en serio las cosas que les molestan y de las que ahora prescinden: “a aquellos que prometen paraísos que no veremos jamás”, “los recortes”, “los machismos”, “la apatía civil”, “el consumismo desenfrenado”. ¿Nos servirá de algo advertir todo de lo que hemos podido prescindir sin problemas? Cualquiera sabe si se racionalizarán los horarios de trabajo, si se extenderán las tareas on line, si la gente dejará de echar sus miserias entre los contenedores de basura o si las personas por fin se decidirán en masa a no ponerse ropa apretada.

Y, lo más curioso, hay alguien que echa de menos todo, así que no puede entrar en esta encuesta y por eso diré su nombre: Gonzalo, pero es que tiene 18 años.