Érase que se era una joven bella y desgraciada, condenada a batirse con la grasa de la cocina mientras su madrastra y hermanastras se soltaban la melena en el suntuoso baile de palacio. Hasta que apareció el hada madrina, agitó su varita y ¡zas! hizo surgir allí mismo un flamante Readybot, dispuesto a asumir las pesadas tareas del hogar.

El inesperado personaje es un prototipo elaborado por un grupo de ingenieros de Silicon Valley (EEUU) para investigar las habilidades de los robots como limpiadores domésticos. Y su incursión en la historia, una muestra de lo que ocurre cuando se aplican las tecnologías actuales o se contempla los cuentos con mirada científica. Por una vez, hemos fundido realidad y fantasía, dos herramientas para conocer el mundo que suelen darse la espalda.

En el caso de Cenicienta, el Readybot, que ya es capaz de limpiar encimeras y poner el lavavajillas, le habría permitido escaparse a la fiesta, conquistar al príncipe, perder el zapatito y volver.

Pero además, el hada podría haber sustituido la calabaza por otro vehículo “vegetal”, gracias a los esfuerzos de decenas de laboratorios por crear biomateriales más ecológicos y biodegradables que los derivados del petróleo.

El mercado ya ofrece modelos como la Clase S de Mercedes, con 43 kilos de biocomponentes, y el Ford Mustang 2008, cuyos asientos se fabrican con espuma de aceite de soja. Pero un hada que se precie puede permitirse cumplir por anticipado las previsiones de la legislación europea para 2015. Para ello, habría conjurado un estilizado automóvil con un 95% de materiales a base de soja, cáñamo y maíz. Único para encandilar a un príncipe azul.

El enano saltarín sólo habría podido crear oro con un reactor nuclear

Aunque no tanto como la joven capaz de convertir la paja en oro que protagoniza El enano saltarín. Su supuesta habilidad cegó de avaricia al rey, ya que, si el monarca hubiera analizado el fenómeno, nunca habría pedido su mano. Una breve audiencia con Antonio Laguna, responsable del Grupo de Investigación Química de Oro y Plata de la Universidad de Zaragoza, habría bastado para abrirle los ojos. “No hay posibilidad alguna de fabricar oro sintético.

Es algo que el hombre viene persiguiendo desde el tiempo de los egipcios y no lo ha conseguido”, expone el profesor con toda la crudeza de la realidad. Pero deja un leve resquicio a la esperanza: “La única opción sería generarlo en un reactor nuclear, aunque la carestía del proceso hace que no merezca la pena en absoluto”. Y como la joven reina acertó el nombre del enano, él se partió por la mitad de pura rabia y la fabulosa fórmula se perdió para siempre.

Mentes sin secretos
Lástima, porque, si los reyes hubiesen leído las aventuras de Harry Potter, siempre podrían haber enviado al mago de la corte a pedir al profesor Dumbledore su fabuloso Pensadero y leer el secreto en él. Esta especie de cuenco tenía el poder de mostrar los recuerdos de alguien. Bastaba con extraerlos en forma de líquido de la mente de esa persona con una varita mágica y verterlos en el recipiente.
Una original forma de solventar un antiguo de­sa­fío de la ciencia: descifrar el pensamento ajeno. Algo que los investigadores actuales intentan conseguir con ayuda de la informática.

En un estudio aparecido en la revista Nature, un equipo de la Universidad de California en Berkeley (EEUU) revelaba su “truco” particular: un programa de ordenador capaz de asociar un determinado patrón de flujo sanguíneo en el cerebro con una imagen visual. En los experimentos realizados, los voluntarios se sometían a una resonancia magnética funcional mientras miraban fotografías de distintos tipos de objetos (alimentos, animales, rostros, etc.).

El Sombrerero de Alicia padecía una enfermedad laboral 

Después se les ofrecían imágenes nuevas, y el programa era capaz de acertar a qué categoría correspondían con solo analizar la resonancia del observador mientras las contemplaba. ¿Un primer paso para emular las mágicas propiedades del Pensadero? Es posible. Al menos, siempre y cuando uno tenga la cabeza bien asentada sobre los hombros.

Y ese no es el caso de todos los personajes que nos ha ofrecido la fantasía, como demuestra el Sombrerero Loco de Alicia en el País de las Maravillas. Se podría pensar que su actitud dubitativa, olvidadiza, oscilante y despistada se debía al deseo de destacar entre tanto personaje estrambótico. O al talento de su autor, Lewis Carroll, para crear personalidades originales. Pero no.

La locura más real
El secreto mejor guardado de ese hombre ficticio era su condición de fiel retrato de la realidad. “Tenía, por fuerza, que estar loco. De hecho, todos los sombrereros de su época lo estaban”, asegura Montserrat García, jefa del Área de Salud Laboral del Ministerio de Sanidad y Consumo.

El motivo se escondía en los elegantes sombreros de copa, confeccionados con fieltro. “Para endurecerlos, había que impregnarlos con sales mercuriales. Estas emiten constantemente unos vapores que dañan muchos órganos, pero sobre todo el sistema nervioso”, detalla García. “Es una afección que padecían también muchos mineros”.
¿Mineros? De pronto, detectamos preocupación en siete rostros cubiertos por unas curiosas gorras. Pero los compañeros de Blancanieves nunca dieron muestras de intoxicación, porque trabajaban en minas de oro. Pero sí podemos preguntarnos la razón de su escasa talla.

Siempre terminan bien
Por suerte, Jesús Pintor, profesor del departamento de Bioquímica de la Universidad Complutense de Madrid, aparece para cifrar en un 97% las probabilidades de que hubieran nacido con acondroplasia, una mutación genética que se presenta en uno de cada 25.000 nacimientos. Dicha mutación provoca que las células del cartílago “tengan una vida en cámara rápida”, asegura Pintor. “Crecen, se dividen y mueren muy rápidamente, y por eso, donde debería haber cartílago y hueso hay solo hueso. Este se calcifica y se frena su crecimiento”. Como consecuencia, la persona alcanza poco tamaño, pero es normal en todos los demás aspectos.

Por el momento, la única solución es una dolorosa operación, pero el profesor Pintor y su grupo están trabajando en una terapia farmacológica que presenta perspectivas alentadoras. Con finaciación de la Fundación Magar, destinada a conseguir tratamiento para esta enfermedad, ya han logrado que células de cartílago afectadas se comporten en laboratorio como células sanas. El siguiente paso será probar los fármacos en ratones y, si se obtienen buenos resultados, en personas.

En España se estudian fármacos contra la afección de los enanitos de Blancanieves

Ya metidos en Blancanieves, deberíamos consultar a un espejo mágico el éxito de la investigación. Pero el único que conocemos no tiene esa capacidad.
El Magic Message Mirror de la empresa Themeaddicts Inc. está programado para alertar sobre incidencias en los sistemas de seguridad de la casa. Y lo hace por medio de un fantasmagórico rostro que puede variar su humor a lo largo del día y aprenderse los nombres de todos los habitantes del hogar. De momento, nada de predicciones de futuro.
Así pues, confiaremos en que la realidad proporcione al proyecto para curar la acondroplasia un final feliz, como el de los cuentos.  

Calzados por el gato con botas

Cenicienta ya había dejado clara la importancia de elegir buenos zapatos. Pero el gato con botas consideró necesario subrayarla y los convirtió en la clave de su personalidad. Teniendo en cuenta las idas y venidas de este personaje para convencer al rey de que su amo era el marqués de Carabás, habría agradecido un poco más de impulso en estos accesorios. Como el que imprimen, por ejemplo, las Power Boots desarrolladas por el ingeniero soviético Viktor Gordeyev. Durante la Guerra Fría, su diseño se guardó como secreto militar y salieron a la luz tras la caída de la Unión Soviética. Alimentadas con combustible, llevan pequeños pistones que permiten acelerar considerablemente cualquier carrera. Y aunque no lleguen a las siete leguas por zancada, seguro que a Pulgarcito también le habrían venido de perlas para huir del ogro. Como aquellas, se adaptan al tamaño de quien las lleva.

El secreto de Hamelín

Primero fueron los ratones, y luego los niños de la ciudad. El misterioso flautista consiguió embaucarlos y llevárselos a todos. El poder hipnótico de su flauta sigue siendo un misterio, pero, gracias al grupo europeo de investigación Leurre, ha perdido su exclusividad. En él se ha creado un diminuto robot, bautizado como Insbot, que consigue introducirse en una colonia de cucarachas y modificar su comportamiento. Para hacerlo, el robot no emite música, pero sí feromonas, por las que los insectos lo identifican como “una de las nuestras”.
Además, está programado para seguir su conducta básica. Su mayor hazaña ha sido convencerlas de que abandonen las zonas oscuras, en las que más cómodas se encuentran, para aventurarse a la luz. Pero el objetivo del proyecto es dominar algún día no solo el comportamiento de insectos, sino también de pollos y rebaños de ovejas. Confiemos en que no lleguen a los niños.

Todas podemos ser Rapunzel

Rapunzel, suelta tu trenza!”, gritaba el príncipe. Acto seguido, desde lo alto de la torre su amada dejaba caer su larga cabellera y el príncipe trepaba por ella hasta la ventana. “¿Por una trenza?”,?se pregunta sorprendido el lector. Y el Instituto de Física de Estados Unidos decide responderle con la razón y los conocimientos en la mano: pues sí, por una trenza. En un reportaje que publica en su web, www.aip.org, se detalla el razonamiento que hace posible tal proeza. Como podrás comprobar fácilmente en casa, un solo cabello es capaz de soportar unos 100 gramos de peso. La cabeza de una persona rubia puede tener unos 140.000 pelos, lo que supondría que puede resistir un peso de nada menos que 14.000 kilos. Si pensamos en un esbelto príncipe de unos 85 kilos, la joven podría permitirse izar la friolera de 165 pretendientes a la vez. De hecho, si hubiera sido morena, habría podido añadir alguno más, porque el cabello oscuro es más resistente. Eso sí, el profesor Nathan Harschman, de la Universidad de Washington, aconsejaría a la doncella tomar una pequeña precaución: la de fijar su cabellera a un punto (un clavo en la pared o una rama resistente) antes de dejarla caer. De esta forma, el peso de la carga no iría a parar a su cuero cabelludo, que podría salir disparado o precipitarla al vacío. Aunque 165 príncipes siempre podrían acogerla…

Mudos por la sirenita

Se quedó sin voz. A cambio de un buen par de piernas para seguir a su amado, la pequeña sirena fue privada por la bruja marina de su más hermoso don. El cuento no especifica el maleficio que la volvió inaudible, pero en el departamento de Ingeniería Electrónica de la Universidad Politécnica de Valencia podrían darle una pista. Daniel Martí y José Sánchez-Dehesa han elaborado la receta para fabricar un material que impida el paso a las ondas sonoras. En el caso de Ariel, el conjuro consistiría en encerrarla en una esfera formada por “glóbulos” microscópicos, unos de plomo y otros de plástico, de distintos tamaños. Los más gruesos estarían en la parte interna de la esfera, y los más pe­queños hacia el exterior. Sin em­bargo, las aplicaciones reales del proyecto van más en la línea de ocultar la presencia de un submarino ante algún maléfico sonar. En este caso, la capa protectora y sus diminutos componentes serán cilíndricos.
Al fin y al cabo, a los científicos no les resulta fácil creer en sirenas. Y mucho menos, cantarinas. La bióloga Montserrat García ha participado en el programa La Caixa a favor del mar. La ruta del Vell Marí, con el que se han investigado los sonidos submarinos. Asegura que una voz humana podría escucharse bajo el agua si alguien fuera capaz de emitirla libre de burbujas. Sin embargo, considera que los misteriosos cantos de sirena que pueblan la literatura corresponden en realidad a los sonidos de los cetáceos para comunicarse. En días de calma, estos son perfectamente audibles para los humanos. Claro, que pobre príncipe si resulta que Ariel era delfín.

Casi mágico

El personaje del Magic Message Mirror cambia de carácter y te llama por tu nombre.

Un buen aliado

El Readybot pretende llegar a ser una auténtica Cenicienta. Pero nunca te dejará por un príncipe.