En 1977 se lanzaron las sondas Voyager. Y con ellas se envió un disco de oro, similar a los de un gramófono, con imágenes y sonidos que mostraban la diversidad de la vida en la Tierra. Era una especie de «mensaje en una botella» lanzado a la inmensidad espacial, con la esperanza de que sea encontrado por los miembros de alguna hipotética civilización extraterrestre, y darles testimonio de la existencia de vida en nuestro planeta.

Pero, ¿qué ocurriría si dicho mensaje fuese realmente encontrado? ¿Entenderían los aliens lo que intentamos comunicarles? El mensaje fue grabado con la intención de transmitir que somos una especie pacífica (o al menos que aspiramos a serlo) e inteligente. Pero, tal y como explican Rebecca Orchard y Sheri Wells-Jensen, investigadoras de la Bowling Green State University, en Ohio, lo que percibiesen esos hipotéticos extraterrestres podría ser muy confuso.

Según su criterio, el contenido audiovisual del disco está concebido desde una perspectiva humanocéntrica. Eso significa que si los miembros de esa civilización extraterrestre poseen sentidos diferentes a los nuestros, podrían no ser capaces de percibir parte de su contenido.

Además, añaden que el contenido podría resultar confuso para ellos. Una cara del disco contiene imágenes, y la otra sonidos. Las investigadoras plantean la paradoja que podría producirse si los alienígenas intentasen emparejar dichos sonidos con las imágenes. Podrían hacerlo correctamente, o todo lo contrario, y creer que el ruido de una sierra mecánica corresponde con el de una flor abriéndose.

Lo mismo aseguran respecto al conjunto de sonidos grabados, que va desde la música de Bach, hasta el ruido de una discusión. Creen que sería un puzle muy complejo de resolver para una inteligencia diferente de la nuestra. Por eso, dicen que, al final, los alienígenas podrían acabar pensando que somos una especie a la que le gusta discutir y que adora las flores que hacen un ruido similar al de una sierra mecánica.

¿Exageran o tienen razón las investigadoras? Desafortunadamente, la respuesta no la tendremos en un futuro inmediato, si es que la tenemos alguna vez. Aún faltan alrededor de 40.000 años para que la misión Voyager alcance la estrella más cercana, así que queda mucho tiempo antes de que se produjese el milagro de que alguna forma de vida extraterrestre la encuentre.

Fuente: The Guardian.

Vicente Fernández López