Todos somos descendientes de emigrantes que llegaron al lugar en el que habitamos en algún momento del pasado. Y esta idea se ve ahora reforzada por un gran estudio genético realizado en Gran Bretaña que ha revelado que la mayoría de los ciudadanos británicos no son descendientes de los primeros pobladores de las islas.

El análisis de las muestras genéticas extraídas de más de 400 esqueletos ha revelado que la mayoría de los habitantes originales de aquellos territorios (que fueron quienes construyeron Stonehenge) desaparecieron con la llegada de una oleada masiva formada por integrantes de la llamada cultura del «vaso campaniforme». Este pueblo se extendió desde las estepas de Europa del Este por todo el continente.

Y aunque las pruebas genéticas realizadas a restos humanos hallados en todo el continente revelan que esta cultura se extendió por todo el territorio europeo, su influencia fue más notable en lo que ahora es Gran Bretaña, dónde provocaron la desaparición de más del 90% de la población autóctona.

Esa desaparición no se debió únicamente a episodios violentos, sino también a nuevas enfermedades que portaban los recién llegados y a que no hay evidencias de que se produjera una gran mezcla (más allá de casos puntuales) entre ambas culturas. Por eso, la superior tecnología de los visitantes acabó desplazando a los locales que, poco a poco, fueron desapareciendo, hasta quedar reducidos a una presencia casi residual.

Por supuesto, insistimos en que hablar de «británicos originales» solo es un recurso para explicar mejor esta historia (y lo usan también los autores del estudio). Porque, en realidad fue toda la suma de pueblos que llegaron a las islas la que fue dando forma a su población. Una forma que no ha acabado (ni acabará) de moldearse, ya que se sigue enriqueciendo con las nuevas migraciones.

Vicente Fernández López