En cierta forma, todos tenemos un olor corporal característico. Y poseemos también la habilidad inconsciente para detectar (en mayor o menor grado) el aroma de nuestra pareja sentimental. Lo que no podíamos imaginar es que esa capacidad podía ser también una herramienta muy útil para reducir nuestro nivel de estrés. Al menos, eso es lo que se deduce de los resultados de un experimento realizado por la Universidad de la British Columbia, en Canadá.

Los investigadores pidieron a un grupo de voluntarios que llevaran durante dos días puesta una misma camisa o camiseta, y que procuraran no usar perfume, no fumar, ni tomar alimentos que alteraran su olor corporal. Luego, congelaron dichas prendas para preservar su aroma humano.

El siguiente paso involucró a otro grupo de voluntarios de ambos sexos. A la mitad de ellos se les dijo que se pusieran la prenda de un extraño, y al resto la de su pareja sentimental (sin saber a quien pertenecía). Luego, se les sometió a una prueba matemática y se midió los niveles de cortisol, la hormona del estrés, en sus cerebros.

Y el resultado fue que aquellas personas que llevaban puesta la camiseta de su pareja mostraban unos niveles de cortisol inferiores a los que tenían, cuando se les sometía a otra prueba similar sin llevar puesta dicha prenda. Por el contrario, los niveles de la hormona aumentaban en aquellas personas que llevaban puesta la camiseta de un extraño.

Para los autores del experimento estos resultados sugieren dos cuestiones muy interesantes. Por un lado, que el aroma de nuestras parejas nos conforta, aunque éstas no estén presentes. Y, por otro, que el olor de los extraños nos provoca cierta inquietud. Los investigadores creen que puede ser el síntoma de algún mecanismo evolutivo de defensa, que provoca un aumento del estrés para mantenernos en guardia en presencia de personas desconocidas.

Vicente Fernández López