No obstante, y dados los avances en reproducción asistida, la proeza de este transexual, que recurrió a semen de donante sin el beneplácito médico, no merece más valía que la de lo insólito y el impacto mediático. Mucho más extraordinario que el vientre maternal de Beattie es lo que se está gestando en estos momentos en laboratorios pioneros en técnicas de reprodución: óvulos de hombre, espermatozoides de mujer y, con ellos, la posibilidad de reproducción entre dos personas del mismo sexo. Estos conceptos pueden producir, a algunos, temor, a otros, esperanza; pero lo cierto es que una auténtica revolución está en el horizonte. La base de la técnica tiene que ver con las células madre y su posibilidad de convertirse en cualquier otra célula del cuerpo humano; también, por supuesto, en óvulos y espermatozoides. Y células madre las tenemos todos, machos y hembras.
Carestía de espermatozoides
La infertilidad es uno de los asuntos que está acaparando cada vez mayor interés científico. El esperma es un bien cada vez más escaso en el hombre y también en los bancos, debido a los elevados estándares de control de calidad y los hábitos de vida actuales. Al retrasar la paternidad, los espermatozoides van perdiendo calidad con los años, nadan con torpeza y se vuelven genéticamente defectuosos. Para paliar la “sequía”, los científicos están dando con nuevas fuentes de producción de esperma que podrían hacer temblar a la población masculina. Por ejemplo: conseguir esperma perfectamente sano a partir de las células madre de la médula ósea de una mujer, aunque esta posibilidad aún no ha pasado la etapa de simples ensayos.

En estado embrionario
El bombazo llegó de la mano de varios científicos de la Universidad de Newcastle hace un año. El doctor Karim Nayernia, director del proyecto, extrajo células madre de la médula osea de un hombre adulto y consiguió que se convirtieran en células espermáticas en sus primeras fases de desarrollo. En un informe, asegura haber conseguido que estas células precursoras del esperma que había fabricado en laboratorio se convirtieran en espermatozoides maduros también fuera de su habitáculo natural, es decir, bajo la lupa de los científicos. Lo consiguióo, según explica Nayernia, cultivándolas en laboratorio con las llamadas células de Sertoli, las mismas que se encargan de alimentar de forma natural al esperma durante su maduración en el interior de los testículos. Nayernia ya había conseguido anteriormente, en Alemania, utilizar células madre de embriones de ratón para crear espermatozoides ma­duros. Después, estos sí que fueron usados con éxito para fecundar ratones hembra. Na­cieron siete crías que llegaron hastas la edad adulta, pero adolecían de patrones anormales de crecimiento y de otros trastornos, como dificultad para respirar.

Redacción QUO