Durante décadas se pensó que la agricultura se había originado unos 12.000 años atrás en la región comprendida entre Irak y partes de Turquía e Irán. Nada más lejos. Parece ser, según investigadores de las universidades de Harvard, Bar-Ilan, Tel Aviv y Haifa que lo correcto sería situar el origen hace 23.000 años. Así lo afirman en un nuevo estudio publicado en PlosOne.
Los investigadores descubrieron un gran número de semillas en un antiguo sitio de cazadores-recolectores conocido como Ohalo II en la orilla del Mar de Galilea, en Israel. Muchas de las semillas tenían marcas o hendiduras, una característica que permite distinguir las especies domesticadas de las silvestres.
La presencia de malas hierbas también resulta ser otro indicador, ya que, según explican los autores en el estudio, su recuperación de yacimientos neolíticos es ampliamente considerado como una prueba de cultivo sistemático.
Junto a ellas, cerca de 150.000 restos vegetales de 140 especies distintas fueron recuperados. Entre estos testimonios se encuentran 13 hierbas conocidas y cereales comestibles como el farro (Triticum dicoccum, es similar a la espelta y a la escanda), la cebada y la avena.
“La mezcla de hierbas y cereales – explica Marcelo Sternberg, ecologista de la Universidad de Tel Aviv y uno de los autores del estudio – sugiere que los habitantes de la región estaban experimentando con la agricultura . Estos fueron los primeros ensayos de cultivo, parte de un proceso de aprendizaje muy largo que nuestros antepasados experimentaron.»
En Ohalo II, el nombre por el que es n¡conocida la excavación, el Dr. Sternberg y sus colegas también encontraron una losa de piedra, de las que extraen los granos de almidón de los cereales. La herramienta probablemente se utilizó para procesar los granos para el consumo.
Tomados en conjunto, todos los hallazgos sugierenque aquellos humanos “tenían un conocimiento rudimentario de la agricultura, y, aún más importante, mostraban una previsión y planificación agrícola considerable, mucho antes de lo que la ciencia había creído previamente”, concluye el artículo.

Juan Scaliter