Nadie dijo que fuera fácil ser adolescente y mucho menos guardar el tipo mientras le cae encima una gran cascada de cambios hormonales y físicos. Pero ¿por qué algunos son especialmente problemáticos? Una nueva investigación europea, dirigida desde la Universidad de Zurich y realizada solo con mujeres jóvenes, ha encontrado que el comportamiento social problemático está vinculado con una actividad cerebral más reducida y una conectividad más débil entre las regiones cerebrales implicadas en la regulación emocional.

Para estas personas resulta muy complejo reconocer, procesar y controlar sus emociones, una dificultad que acaba condicionando su funcionamiento social diario, así como para su bienestar físico y mental personal. Sus reacciones a menudo son antisociales o agresivas, con conductas que claramente se salen de las normas, como amenazar, golpear, robar y mentir.

El equipo de investigadores de Suiza, Alemania e Inglaterra utilizó imágenes de resonancia magnética funcional para demostrar que la actividad cerebral refleja estas dificultades de comportamiento. Su trabajo, que aparece en Psiquiatría Biológica: Neurociencia Cognitiva y Neuroimagen, ha contado con unas 60 mujeres de entre 15 y 18 años a las que se les pidió que trataran de regular activamente sus emociones mientras los investigadores medían su actividad cerebral. La mitad del grupo había sido diagnosticada previamente con un trastorno de conducta, mientras que la otra mitad mostraba un desarrollo social típico para su edad.

Menor actividad cerebral

En las niñas con comportamiento social problemático, se observó menos actividad en la corteza prefrontal y temporal, donde se ubican las regiones del cerebro responsables de los procesos de control cognitivo. Además, estas regiones estaban menos conectadas a otras regiones del cerebro relevantes para el procesamiento de las emociones y el control cognitivo.

“Nuestros resultados ofrecen la primera explicación neuronal para los déficits en la regulación de la emoción en las adolescentes”, dice la autora principal Nora Raschle, profesora de la Universidad de Zurich. “La diferencia en las actividades neuronales entre los dos grupos de prueba podría indicar diferencias fundamentales en la regulación de la emoción. Sin embargo, también podría deberse a un retraso en el desarrollo cerebral en los participantes con trastornos de conducta”.

Este nuevo conocimiento ayudará a un mejor enfoque en las habilidades de regulación de la emoción y a analizar la eficacia de los programas de terapia específicos, según indica Raschle. Los investigadores aún no han investigado si los adolescentes varones con trastorno de conducta muestran una actividad cerebral similar durante la regulación de la emoción.

Marian Benito