En 1975, la revista Nature bautizó al monstruo del lago Ness con el nombre científico de Nessiteras rhombopteryx (el monstruo de Ness con aleta en forma de diamante). Ocurrió el 11 de diciembre de ese año, en un artículo firmado por el naturalista Peter Scott y el abogado estadounidense Robert Rines.

Pese a que los autores admitían que la existencia de Nessie no estaba demostrada, todo su trabajo se basó en dos imágenes tomadas en 1972 por una cámara subacuática; en ellas, los firmantes habían “visto” una especie de aleta de dos metros de longitud con forma de diamante.

El bautismo se vio beneficiado por varios hechos. Primero, el Código Internacional de Nomenclatura Zoológica permite la descripción de una nueva especie basándose en una ilustración. Por otro lado, cinco meses antes el Parlamento británico había aprobado una ley de conservación de criaturas y plantas salvajes, y la intención era que Nessie fuera protegida, pero para ello debía ser bautizada.

Ni Scott, ni Rines (ni los que vinieron más tarde) explicaron jamás cómo había podido sobrevivir un animal tan grande, entre 15 y 20 metros, con un cuello de 3 meros de largo, en una zona de pocos recursos y por qué jamás se encontró resto alguno de sus antepasados. Por si fuera poco, también se demostró que Rines había mandado retocar las fotos de la aleta que habían sido enviadas a la revista.

Redacción QUO