En la década de los 1990, una mujer, conocida por la ciencia como S3, sufrió un ataque cerebral que la dejó tetrapléjica: no podía mover sus extremidades ni utilizar las cuerdas vocales.

En el año 2005, investigadores de la Universidad Brown,del Centro Médico Providence y del Hospital General de Massachusetts implantaron un dispositivo de electrodos de silicio del tamaño de una aspirina en el cerebro de S3 con el objetivo de ayudarla a comunicarse con el mundo exterior.

El dispositivo es un diseño del equipo de BrainGate System y está formado por hardware y software que responden a las señales eléctricas que envían las neuronas que controlan el movimiento. El dispositivo interpreta estas señales y permite que aquellas personas con algún tipo de parálisis puedan controlar ordenadores, sillas de rueda y prótesis inteligentes.

En un estudio recientemente publicado, los científicos implicados en la investigación y desarrollo de esta tecnología, demuestran que 1.000 días después, en 2008, el dispositivo seguía desempeñando sus funciones sin ningún problema.

Para saber esto, S3 fue sometida a dos pruebas. En la primera de ellas debía mover el cursor en el monitor de un ordenador alrededor de ciertos objetivos. La segunda prueba le exigía seguir y “clickear” en determinados objetos que se movían por el monitor.

Pese a que la prueba fue un éxito, también sirvió para mostrar ciertos fallos que, se supone, serían cuestión de ingeniería: en comparación con ensayos anteriores, había menos electrodos que registraran la actividad neuronal.

Para Leigh Hochberg, profesor de neurología de la Escuela de Medicina de Harvard y director del BrainGate, “este es un paso fundamental en este campo. Después de mil días una persona que no podía moverse en absoluto y ni siquiera hablar, seguía encontrando fiable este sistema de comunicación”.

Actualmente S3 sigue participando de nuevos ensayos.

Juan Scaliter