Dos vacunas para hacer frente a la Covid-19 están ya listas. Sin embargo, aún no podemos dormir tranquilos. Los científicos tampoco lo hacen

“Nadie puede garantizar la seguridad de esas vacunas. Nadie puede saber qué efectos tienen en un año”, la frase es de Vicente Larraga, director de uno de los tres proyectos de vacuna del CSIC en España.

Esta frase de Larraga tienen un riesgo difícil de evitar: dar argumentos a los antivacunas. Por eso es importante entender los matices del riesgo, y los beneficios que va a aportar.

La vacuna desarrollada por la empresa biotecnológica norteamericana Moderna asoma ya como producto estrella del año. En España se ha firmado un acuerdo para fabricarla en Madrid. La vacuna británica, de la farmacéutica AstraZeneca, impulsada por las donaciones de Bill Gates, anuncia que estará disponible en noviembre, quizá antes que la de Moderna.

Las vacunas exprés contra el coronavirus son un hito científico, nunca se ha desarrollado una con tanta celeridad

Nunca en la historia de las vacunas se ha producido una con tanta celeridad. Las vacunas exprés contra el coronavirus son un hito científico, sin embargo, nadie descorcha el champán para celebrarlo. Si algo se respira entre los expertos ante el advenimiento del remedio contra la pandemia que azota el mundo, es cautela.

Una vacuna es la esperanza para que el coronavirus sea un día agua pasada. Con vacuna podrán abrirse los colegios, los institutos, volver al trabajo, desterrar las mascarillas de nuestras vidas… Sin embargo, ahora que el remedio está a las puertas, algo no va del todo bien.

El riesgo de una vacuna exprés

Todas las vacunas contra Covid-19 a punto de comercializarse se han desarrollado en un tiempo récord. Para ello, se han rebajado las exigencias. Ahora ha bastado con que su eficacia supere el 50% para tener el visto bueno de las autoridades sanitarias. Esto es muy poco para un remedio salvador. Pero, además, para ir deprisa, se han saltado los protocolos que garantizan su seguridad. Y esto es lo que hace que las botellas de champán sigan en la nevera.

“Nadie sabe qué puede pasar en un año tras la aplicación de esta vacuna. Es imposible garantizar su seguridad en ese plazo”, me dice Vicente Larraga, investigador del CSIC, líder de uno de los equipos españoles con una vacuna en marcha. Vicente Larraga es una voz autorizada en estas lides, sabe de lo que habla.

“La seguridad de una vacuna se prueba en las fases I y II. Sobre todo en esta última. Se inocula a voluntarios con dosis elevadas para ver si existen reacciones adversas y si estas son graves. Y es muy importante el tiempo. Esas fases duran al menos uno o dos años, y en ese tiempo se pueden ver sus efectos adversos en un grupo pequeño de personas. Ahora, con las prisas, no se puede observar. Nada garantiza su seguridad en un año”, explica el experto.

La fase II de una vacuna consiste en ensayos clínicos controlados, en un número limitado de pacientes estrechamente vigilados. “Ahora se da por buena una fase de dos o tres meses, así que nadie sabe qué puede pasar al año de la vacunación”.

¿Por qué un año? “Pues porque si en un año no pasa nada adverso relacionado con la vacuna, puedes garantizar su seguridad, es muy difícil que tenga efectos adversos después de ese tiempo”, aclara Larraga.

Además, durante el año de prueba que se exigía en la fase II, si ocurriera algún evento grave, afectaría a un grupo reducido de voluntarios, y muy vigilado. Pero ahora se va a vacunar a un número muy elevado de personas. Un evento adverso grave por cada mil de una vacuna administrada a 100 millones de personas (y puede que sean más) significa un daño a día de hoy totalmente desconocido para 100.000 personas que estaban sanas.

Qué efectos pueden producir

Ninguna vacuna es 100% inocua. Conocemos muchos efectos secundarios leves de la vacunación: algo de fiebre, hinchazón en el brazo etc. Pero cada año en EE.UU se recogen cerca de 30.000 denuncias relacionadas con las vacunas, de las que entre el 10% y el 15% describen eventos médicos graves que resultan en hospitalización, enfermedad potencialmente mortal, discapacidad o muerte.

Los datos de EE.UU dicen que hay entre 3.000 y 4.000 denuncias anuales de efectos adversos de las vacunas en una población de 425 millones de personas. La cifra es muy pequeña, y más pequeña aún si se compara con el beneficio que reportan (el daño que ocasiona la viruela o el tifus está en otra dimensión) pero el desarrollo de una vacuna en tan poco tiempo no tiene precedentes, y generar ciencia a marchas forzadas puede comprometer el rigor necesario para evaluarlas adecuadamente.

¿Asumiríamos los riesgos así planteados? “Los de Moderna sacan la vacuna sabiendo que mucha gente no va a querer vacunarse. Para muchas personas va a ser más importante el miedo a la vacuna que la protección ante el coronavirus”, me dice Vicente Larraga.

Y, si se producen efectos adversos, ¿quién asume la responsabilidad?

La farmacéutica AstraZeneca ya ha expresado en los contratos que firma para vender vacunas que  no asume responsabilidades en caso de que presenten efectos secundarios. El miembro del equipo ejecutivo de Astra, Ruud Dobber, dijo a Reuters que, «esta es una situación única en la que nosotros, como compañía, simplemente no podemos asumir el riesgo si en cuatro años la vacuna está mostrando efectos secundarios. Para la mayoría de los países es aceptable asumir ese riesgo porque es de interés nacional». En Estados Unidos cuentan con una ley que no permite demandar por daños y perjuicios a los productos que ayudan a controlar una crisis de salud pública.

Todo esto, además, ocurre en un momento en el que los movimientos antivacunas se revitalizan (en España siguen siendo poco numerosos, de momento). Sacar al mercado una vacuna poco eficaz y cuyos efectos secundarios a largo plazo no han podido comprobarse, quizá desate un tsunami sanitario con efectos secundarios imprevisibles. ¿No sería mejor esperar a 2021 y tener una vacuna más eficaz y más segura?

¿Qué hacemos, nos vacunamos, o no?

Vicente Larraga me dice: “No podemos olvidar que estamos en una situación de pandemia. La vacuna es imprescindible. Así que hay que pensar que produce más beneficio que riesgo. No todo el mundo se va a vacunar ahora, pero esperamos que ayude a darnos un respiro de contagios hasta que estén listas vacunas más eficientes y seguras”. Entre ellas las españolas, que aún están en fase de experimentación con animales y, cuando lleguen, habrán cumplido todos los protocolos que garanticen su seguridad.