El aumento de casos de COVID-19 de la segunda ola está directamente relacionado con la falta de luz solar, más que con el frio y la humedad

Durante el otoño de 2020 todos los países de Europa sufrieron la segunda ola de infecciones de coronavirus. Se podría pensar que el aumento de los casos tuvo que ver con el clima, en concreto con el frío y la humedad propias del otoño y el invierno. Sin embargo, un estudio publicado recientemente muestra como la latitud, y por tanto, la cantidad de luz solar que recibe cada lugar, pudo ser determinantes en el aumento de casos.

La investigación realizada en el hospital universitario Saint-luc de Bélgica trató de buscar una relación entre el aumento de casos de COVID-19 y algunos factores ambientales. Para ello recopilaron datos de 18 países de Europa localizados entre los 39 y 62 grados de latitud. Por ejemplo, Madrid se encuentra a 40 grados de latitud, mientras que Estocolmo se encuentra a 59 grados.

Los investigadores creían que la temperatura podía estar relacionada con el incremento de casos, pues otras enfermedades como la gripe sí que están asociadas al frío. También estudiaron otros factores como la humedad y la fecha de apertura de los colegios. Sin embargo, ninguno de los tres factores anteriores parecía influir en el aumento de casos de COVID-19.

En cambio, tras analizar los datos descubrieron que latitud, es decir, el que un lugar estuviera más al norte o más al sur, sí estaba relacionada con una mayor incidencia de COVID-19. La fecha en la que arrancaba la segunda ola de contagios coincidía con el momento en que cada país empezaba a recibir una radiación solar un 34% menor que la registrada en el ecuador.

El tiempo de exposición a los rayos ultravioleta del sol podría ser determinante en el número de casos de COVID-19

Esto quiere decir que el tiempo de exposición a los rayos ultravioleta del sol podría ser determinante en el número de casos. Una de las hipótesis barajadas era la capacidad del los rayos UV del sol para inactivar al virus. La otra posibilidad es la importancia de la vitamina D en el sistema inmunitario, la cual es producida de manera natural por el cuerpo tras la exposición a los rayos del sol.

La hipótesis de que el virus se inactive al sol se ha descartado, ya que la principal vía de transmisión del coronavirus SARS-CoV2 son los aerosoles, las microgotas que quedan suspendidas en el aire, mientras que el contacto con un objeto contaminado tiene muy poca influencia en los contagios.

Sin embargo, estudios anteriores ya habían demostrado que la deficiencia de vitamina D tiene un papel muy importante en el desarrollo de las infecciones respiratorias graves. Concretamente, un nivel de vitamina D en sangre superior a 30 ng/dL disminuye el riesgo de desarrollar los síntomas más graves. Un artículo publicado en otoño de 2020 confirmó que ocurría lo mismo en pacientes de COVID-19. La mayoría de las personas con COVID que presentaban síntomas más grave presentaban niveles insuficientes de vitamina D.

El nuevo estudio belga desveló además, que el efecto también estaba relacionado con el color de piel. Aquellas personas con un tono más oscuro ven reducida la síntesis de vitamina D por la radiación solar en mayor medida que los más pálidos. Esto, y el pasar más tiempo dentro de casa, explica que haya deficiencia de vitamina D en países como España, aunque estén en una latitud más baja.

Por último los investigadores comprobaron que los niveles bajos de vitamina D estaban asociados una mayor carga viral, es decir, peores síntomas y mayor capacidad de contagio.

REFERENCIA

Autumn COVID-19 surge dates in Europe correlated to latitudes, not to temperature-humidity, pointing to vitamin D as contributing factor