La actualidad política y los duelos verbales en el senado, han hecho que la tila acapare nuestra atención, después de que el presidente Mariano Rajoy recomendara a Ramón Espinar, de Unidos Podemos, que la tomara. Suponemos que su intención no era tanto preocuparse por su salud, como la de insinuarle que estaba demasiado excitado. Pero, dado que aquí no hacemos análisis políticos, lo que nos hemos preguntado es si la tila es realmente una bebida tan saludable como se suele decir, y si la puede tomar todo el mundo.

La tila es una infusión que se prepara a partir de la flor del tilo y, entre las múltiples propiedades que se le atribuyen, la más conocida es la de actuar como relajante. Pero, ¿qué dice la ciencia sobre el asunto? Un estudio realizado en 2001 por Proença da Cunha, investigador de la Universidad de Coimbra, reveló que la infusión efectivamente mostraba efectos sedantes a partir de una dosis de entre 5 y 100 mg por cada kilo de la persona. Y, dado que lo habitual es que cada taza de esta bebida contenga unos 2 gramos de esta planta, parece que si que se notarían sobradamente sus efectos relajantes.

Pero a la tila también se le atribuyen otras muchas propiedades saludables. Un estudio publicado en 2016 en International Food Research Journal, reveló que esta infusión contiene flavonoides, que tienen efectos antihipertensivos, contribuyendo así a disminuir el riesgo de infarto.

Sin embargo, la mala noticia vino con otra investigación realizada en 2013 por miembros de la Facultad de Química de la UNAM, en méxico. El estudio reveló que las dosis de tila consideradas normales para los humanos, provocaban la muerte de los ratones usados como cobayas. Siempre se había creído que esta infusión actuaba sobre el cerebro, pero los investigadores mexicanos observaron que reducía las plaquetas en la sangre de los roedores a un 10%. La conclusión que ofrece este estudio es muy interesante porque sugiere que la tila realmente actúa sobre la sangre y que sus supuestos efectos relajantes, son en realidad efectos tóxicos, y se deberían a una hipoxia o falta de oxígeno en la sangre.

Son necesarios más estudios para confirmar este supuesto pero, de cualquier forma, resultan lo suficientemente alarmantes como para que nos lo pensemos dos veces antes de volver a recomendarle a alguien que se tome una «inocente» tilita.

Vicente Fernández López