Aunque se retiraron en cuanto los funcionarios federales tuvieron noticia del suceso, durante casi dos décadas tres cubos de pintura almacenados en el museo del Parque Nacional del Gran Cañón del Colorado, en el norte de Arizona, han puesto en juego la salud de los miles de empleados , turistas y excursionistas que cada año pasan por allí sin saber que se exponían a altos niveles de radiación.

Según el gerente de seguridad, salud y bienestar del parque, Elston Stephenson, a pesar de que se deshicieron de los recipientes llenos de mineral de uranio, no se hizo nada para advertir a los trabajadores y al público del peligro de haber estado expuestos a radiación y de las posibles consecuencias para la salud.

El mail delator

«Si estuvo en el Museum Collections Building entre el año 2000 y el 18 de junio de 2018, quedó» expuesto «al uranio según la definición de OSHA«, ha escrito Stephenson en un correo electrónico dirigido el 11 de febrero al secretario interino de Interior, David Bernhardt, y a la inspectora general adjunta, Mary Kendall. “Las lecturas de radiación, a primera vista, superan los límites de seguridad de la Comisión Reguladora Nuclear”, continúa el escrito y reconoce, a continuación, que identificar quién estuvo expuesto y su nivel de exposición va a ser complicado, aunque será su próximo compromiso.

Stephenson califica esta actitud de inmoral y arriesgada. Según informa, las cubetas con uranio estuvieron en un sótano en la sede del parque durante décadas y se trasladaron al edificio del museo cuando se abrió, alrededor de 2000. Uno de los cubos estaba tan lleno que su tapa no se cerraba y, además, se colocaron junto a una colección de taxidermia muy visitada por los niños y en la que se detenían durante al menos 30 minutos. Los pequeños podrían haber recibido dosis de radiación superiores a las normas de seguridad federales.

Marian Benito