No es ni el fiel perro, ni el leal caballo, ni la valiente paloma mensajera, sino la especie más antigua del planeta: el cangrejo herradura.

Es muy posible que, si alguna vez te han puesto una inyección, le debas la vida al cangrejo herradura norteamericano (Limulus polyphemus). La industria farmacéutica utiliza un extracto de su sangre, el lisado de amebocito del Límilus o LAL, para probar fármacos, vacunas y aparatos médicos, como los riñones artificiales, y comprobar que no hay microbios. No existe ninguna otra prueba tan sencilla y fiable.

Los cangrejos herradura viven en zonas costeras de poca profundidad que suelen estar contaminadas. Un litro de esta agua de mar pude contener fácilmente miles de millones de bacterias tóxicas. Los cangrejos herradura carecen de sistema inmunitario, por lo que no pueden desarrollar anticuerpos para combatir las infecciones. Sin embargo, su sangre contiene un elemento milagroso que se coagula alrededor de los agentes invasores y los disuelve: es lo que se utiliza en la producción del LAL, Para descubrir si algo destinado a un uso médico está contaminado o no, solo hay que exponerlo a un poco de LAL: si no coagula, está limpio.

A diferencia de los seres humanos, la sangre de los cangrejos herradura no tiene hemoglobina, que se vale del hierro para transportar oxígeno, sino hemocianina, que utiliza el cobre. Y eso explica que su sangre sea azul. Un litro vale unos 15.000 dólares estadounidenses.

«Ordeñando» cangrejos

Para conseguirla, no se mata a los cangrejos herradura, sino que se les «ordeña». Se pescan manualmente hasta un millar de ellos cada semana, desde barcas con rastrillos para moluscos, y se transportan aún vivos al laboratorio. Aunque se les extrae un 30% de su volumen sanguíneo, se recuperan rápidamente y se devuelven al agua. Se sangra a los cangrejos una vez al año, se congela y se deshidrata la sangre y, entonces, se envía a todo el mundo.

Cangrejos que no son cangrejos

En realidad, los cangrejos herradura no son cangrejos. Ni siquiera son crustáceos. Se parecen más a las garrapatas, los escorpiones y las arañas y son el último superviviente del orden, antaño numeroso, de los Xiphosura («Cola de espada»). Habitan la costa atlántica de América y los mares del sudeste asiático desde el Ordovícico, hace 445 millones de años, y no han cambiado en todo este tiempo, que equivale al 75 por ciento de todo el tiempo transcurrido desde que apareciera la vida en el planeta, unos 200 millones de años antes de la aparición de los dinosaurios. No está mal para algo que parece un ratón de ordenador de diseño o un sombrerito de latón.

Si han sobrevivido durante tanto tiempo es, en parte, gracias a sus conchas lisas y curvadas. A los depredadores les cuesta mucho darles la vuelta para exponer el blando abdomen, aunque los nativos americanos solían utilizarlas para achicar el agua de las canoas.

Los cangrejos «salvadores»

Además de lo extraordinario de su sangre -ahora sabemos que también permite detectar la meningitis y el cáncer-, los cangrejos herradura pueden soportar el calor y el frío extremos y pasar un año sin comer.

Por si fuera poco, tienen diez ojos. Lo más curioso es que el Polifemo, el cíclope de la mitología griega cuyo nombre llevan, solo tenía uno.

Redacción QUO