Un equipo de científicos vivió de primera mano este fenómeno inusual en el lugar más frío de la Tierra y acaban de publicar sus conclusiones en Global Change Biology.

El calentamiento global está afectando de lleno a la Antártida, hasta el punto que acaba de vivir hace pocas semanas una «poco habitual» ola de calor veraniego con una temperatura máxima en una jornada… ¡de 20,75ºC!

Tal y como leemos en The Conversation, aunque pueda parecer un punto poco importante y alejado dentro del planeta, separado de otros continentes por el Océano Antártico, tiene un gran impacto en el mundo. Por ejemplo, impulsa la cinta transportadora oceánica, un sistema constante de circulación en el océano profundo, capaz de transferir el calor oceánico alrededor del planeta; y por otro lado, su capa de hielo derretida aumenta el nivel del mar. Así que tiene muchas implicaciones en nuestra naturaleza que no podemos obviar.

¿Qué supuso esta ola de calor tan inusual?

Este pasado verano austral, la base australiana de investigación «Casey», situada en la Tierra de Wilkes y con apenas 70 habitantes estos meses, fue la que registró las primeras e inusuales temperaturas. Durante 3 jornadas, las mínimas subieron de cero grados hasta superar los 7,5ºC, llegando hasta los 9,2ºC el pasado 24 de enero. Esto suponía ya un récord, porque superaba en 7ºC la media de los últimos 30 años para esta base.

Estas condiciones generaron eventos meteorológicos poco habituales: como lluvia en la Estación de Investigación Davis, un desierto gélido e inhóspito ausente de hielo; o que varios glaciares presentaran zonas derretidas, lo que propició que se generaran ríos de alto flujo o zonas con lagos, donde antes no había más que hielo.

Pero llegó el mes de febrero y la sorpresa. El día 6, la base de investigación argentina «Esperanza» marcó una máxima de 18,4ºC, y tres días más tarde, el día 9, el récord fue eclipsado por una nueva máxima de 20,75ºC en la base brasileña «Marambio» al este de la península antártica.

A la izquierda, imagen del 4 de febrero; a la derecha, 13 de febrero. Joshua Stevens/Landsat/USGS

¿Qué ha provocado estas temperaturas?

Según los investigadores, el agujero de ozono que se sitúa sobre la Antártida desde finales de la década de los 70, tiene mucho que ver en ello, pero hay más factores, tal y como apunta Dana M. Bergstrom, líder del estudio, de la Universidad de Wollongong: «Este agujero ha tendido a fortalecer las corrientes en chorro sobre el Océano Antártico, promoviendo así un estado generalmente más ‘positivo’ del Modo Anular del Sur en verano. Esto significa que el cinturón de viento del Oeste del Océano Austral ha tendido a permanecer cerca de la Antártida en esa época del año, creando un escudo estacional, lo que reducía la transferencia de aire cálido a las regiones templadas de la Tierra a la Antártida. Pero un fuerte calentamiento de la estratosfera sobre la Antártida en primavera de 2019 redujo de forma significativa el agujero de ozono, apoyando así un estado más ‘negativo’ del Modo Anular Sur y debilitando el escudo». De esta manera, los vientos cálidos llegaron a zonas poco habituadas a estos cambios de temperatura.

Los investigadores también indican que la retirada tardía del monzón indio en el Dipolo del Océano Indico, propició un fuerte estado «positivo» calentando las aguas un poco más de lo normal. El aire que se elevaba de este y otras zonas cálidas del Océano Pacífico «podría haber ayudado a perturbar la trayectoria de los sistemas meteorológicos, calentando así la estratosfera».

Descubre más en The Conversation.