Las mantas lastradas son una alternativa para tratar el insomnio y la ansiedad que funcionan

La presión es calmante. Esto es algo que sabemos de forma intuitiva. Cuando estamos sufriendo tristeza, estrés o ansiedad, un abrazo bien firme tiene un efecto apaciguador inmediato, da igual si tienes cinco años o cincuenta.

Los abrazos hacen subir los niveles de oxitocina, la hormona que regula los sentimientos de conexión entre las madres y sus hijos, pero también entre otras personas, e incluso con tu mascota. Lo que se ha comprobado es que estos efectos también se producen cuando recibimos cualquier presión suave pero firme sobre el cuerpo.

En un experimento los participantes pudieron reducir la ansiedad percibida y la frecuencia cardíaca usando un dispositivo “autoabrazador”, una especie de colchón envolvente que los envolvía.

Esta idea es la que se encuentra detrás de las mantas lastradas. Tienen el mismo aspecto que un edredón, pero están rellenas de pequeñas bolitas de vidrio y tienen un peso entre 4 y 12 kilos.

En un estudio con mantas lastradas se comprobó que cuando personas con ansiedad han usado estas mantas, la medida objetiva de ansiedad (a partir de la conductividad de la piel) descendió en una de cada tres, pero la medida subjetiva, es decir, la ansiedad que sentían, se redujo en dos terceras partes de los participantes.

La presión en general reduce el cortisol y aumenta los niveles de serotonina y dopamina, mejorando el estado de ánimo. Al usar las mantas lastradas con personas que sufrían de insomnio se observó que aumentaba la duración de cada fase del sueño, es decir, pasaban más tiempo en sueño profundo, y había menos movimiento corporales durante el sueño.

El estudio más reciente de la Academia Americana de Medicina del Sueño afirma que los pacientes que sufrían de insomnio grave a causa de otros trastornos mentales experimentaron mejor calidad del sueño y mayor alerta durante el día. Las mantas lastradas también se utilizan para tratar a los niños con trastorno de déficit de atención con hiperactividad, ayudándoles a dormir mejor.

Todo esto me decidió a hacer un experimento con n=1, es decir, sobre mí mismo, durmiendo con una manta lastrada durante dos semanas, gracias a la gentileza de Blanky, que nos facilitó una manta de 9 kilos de peso para la prueba.  El peso adecuado para cada persona está entre el 10 y el 15% de su peso corporal, así que ese era el tamaño adecuado para mis 85 kilos. Estos son los resultados:

¿Ha mejorado mi calidad del sueño?

Para medir el sueño utilizo una simple pulsera de actividad que registra las fases de sueño profundo y sueño ligero. El primer día hubo un aumento significativo tanto de las horas de sueño (nueve horas, hacía tiempo que no dormía tanto seguido) como del sueño profundo (tres horas).

registro sueño

En los días siguientes no me ha sido posible dormir tanto, pero el sueño profundo (el que importa) sigue siendo más largo que antes, alrededor de las dos horas.

¿Da calor?

El relleno de pequeñas esferas de vidrio es transpirable, y no da más calor que un edredón de fibra o plumas. Sin embargo, al aumentar el contacto con el colchón, puede provocar una mayor sensación de calor si el colchón no está bien ventilado, las sábanas no son transpirables, o la habitación no es fresca.

¿Se mueve el relleno?

Los gránulos de vidrio están cosidos dentro de compartimentos que hacen que el peso de la manta se distribuya uniformemente, con lo que no es un problema.

¿Produce sensación de agobio?

Aunque esto es siempre personal, mi experiencia es que una manta lastrada no agobia, sino todo lo contrario. La presión tiene un efecto calmante casi instantáneo, y se reduce el tiempo que normalmente pasamos al principio de la noche intentando encontrar la postura correcta para dormir.

En resumen, las mantas lastradas pueden ser una solución para el estrés, la ansiedad y el insomnio, unas afecciones cada vez más comunes en los últimos e inciertos tiempos que vivimos.