Una jueza tiene que pronunciar su sentencia a favor de la destrucción o supervivencia de un robot. La ficción ya ha debatido el derecho a su existencia

Por el Dr. Jordi Ojeda, jurado del ROS Film Festival 

(El sábado 20 de noviembre propondrá un juicio a un robot en Las Cigarreras, Alicante, abierto al público)

Cuando a mediados de la década de los ochenta se proyectó una nueva serie de televisión de la saga de Star Trek (la tercera, después de la serie original y la serie animada), los creadores se enfrentaron a un nuevo reto aún mayor: ¿cómo visualizar los avances tecnológicos para sorprender a la sociedad del momento?

La percepción de la tecnología había evolucionado, era más difícil impresionar al espectador y era más difícil ser original diseñando ingenios del futuro. Si en la serie original sorprendía la abertura automática de las puertas, la sociedad de dos décadas después era mucho más exigente en ese aspecto.

El golpe de efecto lo lograron con la incorporación de un miembro singular de la tripulación: un androide llamado Data. El nuevo y original personaje creado fusionaba a la vez el perfil sin emociones de un vulcaniano con el de un robot humanoide con inteligencia artificial, lo cual favorecía toda una retahíla de posibilidades argumentales alrededor de la existencia de Data, interpretado por el mítico actor Brent Spiner.

Las tramas de los episodios de las siguientes temporadas desembocaron en una serie visionaria sobre lo que se conoce como la robótica social, la ciencia que estudia la interacción de los robots y los humanos en nuestra sociedad, una robótica que va más allá de la repetitividad de movimientos habituales en la industria, y de los robots de servicios preparados para ayudarnos a desarrollar diferentes tareas. Al robot social se le supone unos atributos que mezclan la inteligencia artificial y la inteligencia emocional.

En la serie Star Trek: La nueva generación (1987-1994), somos testigos del proceso de aprendizaje de Data para desarrollar su parte emocional. Para la ciencia contemporánea, la programación de inteligencia emocional es uno de los retos más importantes. Una de las aproximaciones a encontrar la solución consiste en el diseño de sistemas expertos que aprendan a partir de la experiencia y contribuyan, como si de un joven se tratara, a la formación del carácter y a guiar su comportamiento a nivel individual y colectivo.

Emociones como la tristeza, la ira, el miedo, la alegría, el asombro o la repulsión dan forma al temperamento, la personalidad y la motivación de las personas y son claves en la definición de nuestros sentimientos, que afecta a nuestro estado de ánimo y a nuestra capacidad de empatía hacia los demás. Y Data es un espécimen excepcional capaz de interpretar dichos estímulos, de aprender y de interiorizar esa experiencia para forjar su inteligencia emocional.

imagen de Stark Treck

Cabe destacar el episodio TNG_S02E09 (The Measure Of A Man, emitido el 11 de febrero de 1989), en el que el personaje de Data debe luchar por su derecho a la vida.

Desmontar su cerebro tiene el riesgo de que la copia de seguridad de su memoria se convierta en una simple base de datos, perdiendo la esencia de sus experiencias

La excepcionalidad de su inteligencia artificial atrae a un científico de la Federación que desea conocer el secreto de su diseño, con el afán de replicarlo. Desmontar su cerebro tiene el riesgo de que la copia de seguridad de su memoria se convierta en una simple base de datos, perdiendo la esencia de sus experiencias que le ha permitido precisamente desarrollar su inteligencia emocional. Para el mismo Data significa una muerte asegurada.

En el juicio que se desarrolla para defender su derecho a decidir sobre su propia existencia, Data se define como un androide, es decir, un autómata que se parece a un ser humano. El Capitán Picard, en calidad de abogado defensor, argumenta que, en realidad, todos somos máquinas con un funcionamiento diferente. La base de la defensa de Picard se basa en otro derecho fundamental del ser humano: el derecho a la identidad, necesario para poder beneficiarse de los otros derechos fundamentales, un pilar fundamental que prueba la existencia de una persona como parte de una sociedad, como individuo que forma parte de un todo.

 

Data, de  Star Treck

A la derecha Data, de Star Trek

Pero, ¿qué define la existencia? En el mismo capítulo de la serie nos da la respuesta: la inteligencia y la conciencia de uno mismo, la capacidad de ser consciente de la propia existencia y de sus propias acciones. Data cumple con creces con las condiciones y el reconocimiento a su identidad lo excluye de considerarlo una propiedad de la Federación como si se tratara de un objeto, y ello lo salva de desmontarlo y destruir su personalidad… Lo contrario significaría que los robots replicados a imagen de Data formarían una especie de pseudoraza que actuarían, en realidad, como esclavos de los humanos, en todo el sentido de la palabra, y así es como lo interpreta la jueza cuando dicta sentencia, después de escuchar las partes, una sentencia a favor de que Data tiene la libertad de elegir, en este caso, elegir su propia existencia.

Data en Stark Treck

La metafísica se alía con la filosofía para resolver los problemas de la sociedad de un futuro mucho más cercano de lo que imaginamos. Es hora de pensar en la ética desde el punto de vista del robot y plantearse los nuevos retos que pueden aparecer, como las relaciones sentimentales o la gestión de la inmortalidad, por ejemplo, en un ser que puede demandar un nuevo derecho inaudito: el derecho a la pérdida de memoria. Data ya tomó esa decisión, un sacrificio que aseguraba la supervivencia de sus amigos (decisión que toma el personaje en la película Star Trek: Nemesis, 2002). La ficción, una vez más, adelantándose a la realidad.

Jordi Ojeda es divulgador de la ciencia y la tecnología utilizando los cómics, la literatura de ciencia ficción y el cine fantástico como instrumento pedagógico. Es autor del libro “Robots de cine. De María a Alita”. @jordiojeda