El 18 de marzo de 2009, el primer híbrido moderno entre avión y automóvil levantó el vuelo. Centenares de espectadores contemplaron el aterrizaje y despegue del Terrafugia Transitional(ver vídeo) convencidos de que estaban asistiendo al comienzo de una nueva era. Podría ser el primer aerocar con viabilidad comercial. El Transition es capaz de desplegar sus alas en solo 30 segundos, y con ellas recogidas cabe sin problemas en cualquier garaje.

El motor de explosión es, por el momento, secreto, aunque sabemos que sirve para propulsar al vehículo tanto en la tierra como en el aire. Su autonomía surcando los cielos supera los 700 km, y puede alcanzar una velocidad máxima de 185 km/h (128 sobre el asfalto). Phil Meteer, coronel retirado de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, fue el encargado de hacer despegar el aparato desde el aeropuerto de Plattsburgh, en Nueva York.

En los correos electrónicos de las principales firmas de aerocoches se reciben decenas de emails solicitando información. Pal-V, Iconaircraft, Terrafugia y Parajet son algunas de ellas.
“Técnicamente, los coches voladores son viables”, explica Andrés Aylagas, director de SCR, una compañía que desde hace veinte años fabrica aviones por control remoto para el Ministerio de Defensa. Hace cincuenta años, Moul­ton B. Taylor diseñó el primero.

Presentó una docena de prototipos en una iniciativa empresarial que pretendía emular los comienzos de Henry Ford, pero a nivel aeronáutico; 300 unidades habrían sido suficientes para dar vía libre al proyecto. Oficialmente, se dijo que el empresario solo “tenía vendidas” la mitad de ellas, pero en los mentideros del sector cobró fuerza la hipótesis de que fueron las propias autoridades aeronáuticas las que boicotearon el proyecto.

“La pregunta no es tanto si son técnicamente viables estos vehículos, como si será posible evitar el caos aéreo”, reflexiona Aylagas. Solo hay que considerar el número de desplazamientos que se producen cada día para imaginar el en­jambre de máquinas voladoras sobre nuestras cabezas. “Para que lleguen a ser una alternativa seria son necesarias vías especiales que garanticen la seguridad. Hay quien dice que gracias a los GPS podría alcanzarse el objetivo, pero si hay algún camino válido, pasa por lo que en el mundo de la aviación se denomina sense and avoid technology”: se trata de una serie de soluciones que ya se están desarrollando en los unmanned aircraft systems (aviones sin piloto) y que pretenden esquivar mediante radares los objetos en ruta. “Dentro de unos años, cuando estos sistemas se hayan desarrollado plenamente, todos los pilotos trabajarán de jardineros”, bromea Aylagas. Entonces, lo que Taylor soñó se hará realidad.

Para saber máspincha aquí.

Marta García Fernández