A los 17 años decidió que quería estudiar electrónica. Fue tras pasar una noche en vela mirando a Neil Armstrong llegar a la luna. Después estudió robótica y, a mediados de los 70, oyó hablar de algo llamado inteligencia artificial que estaba en sus inicios. Pionero en este campo en España y uno de los más destacados investigadores europeos, dirige el Instituto de Investigación en Inteligencia Artificial, centro del CSIC. Le acaban de conceder el EurAI Award, el premio más prestigioso de Europa en este campo.

Su despacho en la Universidad Autónoma de Barcelona es tranquilo, aunque de pronto pueda verse en una sala cercana a unos robots con forma de can jugando al fútbol. El profesor López de Mántaras también es de apariencia tranquila, aunque su cerebro sea un espacio en continua ebullición de ideas para dotar a unas máquinas de algo parecido a la inteligencia humana.

P Inteligencia artificial es…

R Que una máquina, robot u ordenador emule las capacidades inteligentes que tenemos las personas. Hay de dos tipos, la general y la específica. Los miles de ejemplos que tenemos son de inteligencia artificial (IA) específica.La máquina programada sabe hacer muy bien una cosa. Como jugar al go y ganar al campeón mundial.

P Pero no pueden pasar a un plan B si el plan A falla, como nosotros.

R Primero tendrían que darse cuenta de que el plan A falla y no insistir. Cambiar de objetivo para ellas es muy difícil porque no tienen pensamiento consciente. P ¿Llegarán a tenerlo? R En ciencia no se puede hablar de imposibilidades, pero es difícil llegar a una IA de tipo general. En unos 30 años serán más sofisticadas y en 70, más versátiles. Pero no será como la humana. Creo, igual que los biólogos, que el cuerpo predetermina la inteligencia. Pero por muy sofisticados que sean los chips y los materiales, ningún sensor igualará a nuestros sentidos.

P ¿Qué desarrollos veremos en breve?

R A corto plazo, los coches autónomos, que seguro reducirán los accidentes. La gran pregunta es si estamos dispuestos a darles el cien por cien de autonomía. Deberán tener un software preestablecido sobre qué hacer en caso de accidente, por ejemplo. ¿Me mato yo o mato a aquellas personas de la acera? Se abren dilemas éticos.

[image id=»83182″ data-caption=»López de Mántaras posa junto a un robot futbolista. En unpequeño campo de fútbol, los robots compiten. Este es delantero.» share=»true» expand=»true» size=»S»]

P ¿Y los robots soldados?

R Hay países que trabajan en ellos, aunque nunca vienen a un congreso a presentar resultados, claro (ríe). El problema es de control, igual que pasa con los drones. A una máquina jamás deberíamos permitirle la autonomía total. Hay quien habla incluso de una nueva especie. Eso es ciencia ficción, porque todavía hay muchos problemas por resolver y no sería ético.

“La unión de neurociencia, medicina regenerativa e IA dará resultados espectaculares”

P ¿Por qué se equivoca Siri?

R El gran éxito de la IA se debe al acceso a grandes catidades de datos, pero todavía nos falta capacidad explicativa. Por eso a veces determinados programas como Siri cometen errores que no tendría una persona. Ofrecen grandes prestaciones pero no son estables.

P ¿Qué opina de las aplicaciones que se emplean en el sector financiero?

R Es otro ejemplo de que la autonomía total no se puede permitir, porque lleva a extraños comportamientos en la bolsa. Se deciden resultados en centésimas de segundo y el trader no interviene. Un estudio de la Universidad de Florida detectó en cinco años 15.000 caídas anormales en la bolsa americana.

P ¿Veremos una máquina capaz de crear arte como Picasso o Bach?

R Para que esto pudiera pasar, tendría que romper sus propias reglas, porque un creador genial rompe con lo establecido y las máquinas no son capaces de hacerlo. Otra cosa es que emulen aspectos concretos de la creatividad. Pero aunque hay robots que escriben poesía, la diferencia con el hombre es que no saben que lo hacen.

Un poeta de la inteligencia artificial

Ramón López de Mántaras es un científico humanista. Le gusta la música, sobre todo el jazz; toca el piano y ha publicado algún libro de poesía. Trabaja intentando que las máquinas aprendan. “A nosotros nos gusta llamarlo aprendizaje arificial”, dice. En sus trabajos ponen al robot ante situaciones como las que se encontraría un niño para aprender. Sus programas informáticos consiguen tocar música expresivamente sin que te des cuenta de que lo está haciendo una máquina y sin que suene electrónico.

Redacción QUO