Basta un único ejemplo para que un niño aprenda qué es un gato. Para que un Software reconozca ‘gatito’en cualquier foto, necesita miles de muestras. ¿Qué pasaría si enseñáramos a las máquinas a aprender como los niños? quizá la respuesta no te guste demasiado.

La idea es crear avatares tan reales que solucionen problemas humanos

Ya se ha conseguido crear un modelo que ha aprendido a reconocer y escribir caracteres de 50 alfabetos: sánscrito, tibetano, glagolítico (un alfabeto eslavo)… cuando solo se los habían mostrado una vez. Este prototipo también “aprende a aprender”. Por ejemplo, utiliza el conocimiento del alfabeto latino para asimilar las letras del alfabeto griego. El logro es de un equipo de investigadores de la Universidad de Toronto y del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT). El sistema podría ampliarse para construir aplicaciones capaces de instruirse con otros sistemas basados en símbolos, gestos, movimientos e idiomas, tanto escritos como hablados. Una hazaña tecnológica, el principio de una era en la que las máquinas serán capaces de educarse igual que lo hacen las personas. El modo en que aprendemos es una de las claves únicas del ser humano frente a otras especies y, sobre todo, frente a las máquinas. Pero hay otras características propias del hombre que un algoritmo sin corazón ya puede imitar. Los grandes simuladores del comportamiento humano inician en 2016 su edad dorada.

El mayor simulador humano
Soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, pereza y envidia. Humildad, generosidad, moderación, paciencia, templanza, entusiasmo y empatía. Los vicios y las virtudes humanos que definen nuestra naturaleza han empezado a cocerse a fuego lento en el simulador de comportamiento humano más ambicioso que haya existido nunca. Investigadores de la Universidad Carlos III de Madrid están estudiando cómo crear un sistema que recree la conducta humana. Esta tecnología podría aplicarse para prevenir comportamientos en crisis socioeconómicas, crear robots más “humanos” y desarrollar avatares de inteligencia artificial casi indistinguibles de los que representan a las personas.

[image id=»76598″ data-caption=»» share=»true» expand=»true» size=»S»]

El proyecto lleva por nombre IBSEN (las siglas proceden de Bridging the Gap: from Individual Behaviour to the Socio-tEchnical maN; que traducido significa “cerrar la brecha: del comportamiento individual al hombre socio-técnico”).
Algunos datos delatan su magnitud: miles de voluntarios y un equipo de científicos españoles, británicos, finlandeses y holandeses que proceden de ramas tan variopintas como la física, la arquitectura, la psicología, las matemáticas y la economía. Todos trabajarán bajo la batuta de Anxo Sánchez, profesor de la Universidad Carlos III de Madrid (UC3M) y máximo responsable.

Justicia,miedo, envidia…
De momento, todos estos componentes de nuestro comportamiento se medirán, evaluarán e incorporarán enexperimentos. “Y de ahí se verá después el modo de aplicarlos para dar respuesta a muchos de los asuntos económicos y sociales que azuzan a la humanidad o para salir de la manera más impune posible de los conflictos en los que nos enzarzamos los humanos, muchas veces a nivel internacional”, explica una de sus investigadoras, la economista Penélope Hernández, profesora de la Universitat de València.

En esta primera fase de ensayos, miles de voluntarios conectados entre sí por móviles, ordenadores y redes sociales, se someterán a pruebas diferentes de forma simultánea. Anxo Sánchez explica el proceso: “Se les planteará un dilema ético, estrategias económicas y situaciones que exijan su cooperación. Una vez resuelto el porqué de sus decisiones y cuando sea capaz de reproducir la conducta humana, este sistema servirá para diseñar políticas urbanas de sostenibilidad y movilidad, prevenir comportamientos en crisis económicas o momentos de pánico, y crear robots y avatares de inteligencia artificial con rasgos mucho más humanos”.

El 1 de septiembre de 2018, IBSEN habrá creado los cimientos del comportamiento humano, que se transferirán a una máquina

Para que nos hagamos una idea, la profesora de la Universidad valenciana nos presenta un hipotético caso: a los participantes se les sitúa en periodo electoral y ellos son votantes. Su opinión cambia por días, incluso por horas, influidos por los acontecimientos y por las acciones de los candidatos en sus actos. Entre estas personas conectadas se genera un tráfico de información crucial para entender su decisión final. A partir de su proximidad geográfica o familiar, ideas comunes y entorno laboral, la información se transmite de unos nodos a otros con versiones diferentes.

“El experimento trataría de ver cómo cada agente que interviene en el proceso electoral intenta que su candidato sea el elegido. Para saber qué tipo de información afecta a nuestras decisiones, en la siguiente prueba cientos de personas estarían delante de un ordenador, tablet o móvil para transmitir ideas a los nodos que tienen a su alrededor, informar de sus preferencias, adquirir datos y, por fin, tomar una decisión. En función del resultado final, los participantes obtendrían un pago monetario”. Habría ya un primer patrón de comportamiento aprehendido por el equipo investigador que pasaría al simulador.

[image id=»76599″ data-caption=»Turing visual. Humanos y computadoras reprodujeron caracteres escritos a mano y las diferencias fueronimperceptibles.» share=»true» expand=»true» size=»S»]

La plataforma de IBSEN recabará datos de una manera segura, confidencial y anónima. Las personas que se unan al proyecto podrán participar en todos aquellos experimentos que deseen siempre y cuando no sean del mismo tipo, para evitar sesgos por aprendizaje. Es el caso del famoso número Dunbar, que limita a 150 la cantidad de amigos que el cerebro humano puede gestionar si uno no quiere despistes, olvidos o volverse incapaz de empatizar con ellos. El creador de esta teoría, el antropólogo Robin Dunbar, forma también parte del proyecto IBSEN y está dispuesto a revisar su número, que creíamos inamovible, si los participantes demuestran que, a pesar del tamaño de nuestra neocorteza (relacionada con el lenguaje y la conciencia), una cifra mayor de amigos podría ser sostenible y capaz de mantener la cohesión social. Si para su cuestionario Dunbar reunió a 43 personas, en este experimento habrá más de mil y entornos muy variados, con recursos diferentes y mayores interacciones entre individuos.

¿Qué más aplicaciones podría tener tal proyecto? Ni más ni menos que prevenir que estalle de nuevo una burbuja financiera como la que hemos vivido. En otro de los experimentos de IBSEN, los voluntarios serán jugadores en un gran tapete bursátil. Así lo explica Anxo Sánchez: “Sus reacciones, la euforia y la desconfianza que les despierten sus inversiones en cada momento, o el cambio de expectativas, serán en este simulador señales que permitirán diseñar una inteligencia artificial para prevenir algunos desastres económicos. Digamos que, dentro de su complejidad, el comportamiento humano puede hacerse previsible, y un avatar diseñado para este fin podría conseguir que en unos años eso de las burbujas inmobiliarias suene a cosa del pasado”.

Pánico y reacción de estampida
Ciencia, tecnología y comportamiento humano. La inquietud por ver de qué modo se pueden ensamblar estos tres elementos para entender y mejorar nuestros problemas está llegando a muchos laboratorios de todo el mundo. En España, investigadores de la Universidad de Navarra trabajan en la creación de un modelo de salida de emergencia idóneo.
En sus experimentos, dirigidos por el físico Iker Zuriguel, participan otros físicos, dos investigadores, un arquitecto y el dueño de un rebaño de más de 1.500 cabezas en Cubel (Zaragoza). Primero observaron que algunos granos, como los de arena y de arroz, pasan de manera más fluida si hay un obstáculo, ya que así se distribuyen mejor en el espacio.

Después utilizaron ovejas por una razón evidente: cuando los seres humanos intentamos escapar si hay una situación de emergencia, lo hacemos igual que estos rumiantes en rebaño: brutos, obcecados y provocándose golpes y atoramientos. Y de nuevo comprobaron que si colocan un obstáculo antes de la puerta, la salida se produce de manera más ordenada, rápida y sin trompicones.
Ahora acaban de publicar sus primeros experimentos con humanos, en los que se ha medido el tiempo que tarda un grupo de 100 personas en evacuar una sala si lo hacen sin empujones, si se rozan entre ellas y si se empujan unas a otras. La conclusión es que el atasco se multiplica por 10 si existe presión. Aunque es difícil reproducir con precisión las condiciones de pánico, Zuriguel tiene la certeza de que su modelo podría aplicarse para controlar los atascos de tráfico, las aglomeraciones y las estampidas en situaciones de alarma.

En Alemania, científicos del Instituto de Matemáticas de la Universidad Técnica de Berlín han tratado de evitar con simulaciones matemáticas los tumultos y reacciones de pánico que se producen cada año en las peregrinaciones a la Meca, en Arabia Saudí. Pero los peatones tienen patrones de comportamiento más complejos que, por ejemplo, los conductores: no caminan por carriles fijos, se detienen, titubean y cambian espontáneamente de dirección. Con el fin de gestionar el caos en las multitudes, han creado un software a partir de las corrientes físicas de los individuos y teniendo también en cuenta algunos factores psicológicos y sociológicos. En un futuro podría utilizarse también en la construcción de estaciones de tren, edificios y estadios.

[image id=»76600″ data-caption=»Humanos y ovejas. ¿Cómo nos comportamos en un atasco y cómo solucionarlo? Las ovejas tienen la respuesta.» share=»true» expand=»true» size=»S»]

Ciudadanos que se comportan como átomos de gas
Y puede que llegue un día el avatar capaz de controlar la criminalidad en un país. El matemático Damian Knopoff acaba de presentar en Argentina un enfoque de tipo cinético para crear un modelo de desarrollo y evolución de la criminalidad en una sociedad. Primero dividió la población en criminales, detectives y ciudadanos. Y dejó que se moviesen como si fuesen partículas de gas, cada uno con su estrategia y teniendo en cuenta las migraciones de un grupo a otro.

El equipo de Knopoff propone una ecuación con todas las interacciones posibles entre las partículas, con el objeto de estudiar cómo evoluciona cada grupo y cómo se distribuye cada uno de ellos, cómo surge el crimen y cómo, a través de este modelo, se puede predecir su evolución y, por consiguiente, su control en una ciudad.
De todas las reacciones humanas que entran en este tipo de experimentos, la más repetida es, sin duda, la histeria. El proyecto IBSEN también someterá a sus voluntarios en esta primera fase a diferentes situaciones de histeria que permitirán medir la conducta humana a partir de sus expresiones espontáneas de miedo, altruismo, envidia, compasión, venganza, paciencia y resignación. Los científicos tomarán nota de todas esas reacciones, pensamientos irracionales y decisiones de riesgo que en otras circunstancias jamás realizarían.

Como en cada uno de los experimentos programados, se plantearán problemas de cooperación, dilemas sociales y juegos económicos, y se intentará descifrar qué patrones hay detrás de sus decisiones, tal y como indica Hernández.
“Una vez que se trasladen a inteligencias artificiales, no serán profecías cumplidas, sino emociones que habrán quedado soldadas a situaciones concretas y muy reales, y harán más verídico un avatar, un robot o cualquier otra máquina diseñada para atender un problema humano, mejor incluso de lo que lo haría una persona.Este proyecto trata de entender la conducta humana en todas sus dimensiones: económica, social, individual, ética… Y siempre en un contexto sociotecnológico”.

Con estos experimentos, y con los que pueda hacer la comunidad científica una vez esté disponible para todos, irán construyendo un repertorio de comportamientos que tendrá una doble utilidad. “Por un lado”, explica el profesor de la Universidad Carlos III, “permitirá simular una persona. Podremos tener un trato realista con agentes informáticos que forman parte de un software educativo, o de gestión, o de ayuda. Y por otro, permitirá simular colectivos de gente, ya que conoceremos cómo interaccionan, y ese conocimiento preciso de la interacción nos permitirá predecir comportamientos colectivos”, termina Anxo Sánchez.

Es cierto que ya existen plataformas como Facebook que podrían pasar por una copia bastante fiel del mundo real, pero los experimentos con usuarios de redes sociales plantean complicaciones éticas, y el control sobre los sujetos es difícil. Sánchez recuerda, por ejemplo, el revuelo que levantó la investigación con 700.000 usuarios que trató de comprobar que los estados de ánimo en las redes sociales son contagiosos.

[image id=»76601″ data-caption=»Solución para La Meca. Científicos alemanes han creado un software que incluye las corrientes físicas de los individuos para evitar tumultos en las peregrinaciones. » share=»true» expand=»true» size=»S»]

Fecha clave: 1 de septiembre de 2018
Para ese día, IBSEN habrá creado los cimientos del comportamiento humano. Dispondrá de una base de datos de voluntarios, un software de dominio público y un repertorio de valor incalculable de modelos de conducta individual y colectiva.
Los datos podrían ser un buen aliado en un futuro no muy lejano para facilitar el diagnóstico económico, político y social, mejorar la seguridad y la logística a nivel mundial, gestionar sociedades y encontrar nuevas soluciones, a veces urgentes, o predecir contratiempos inesperados. Lo bueno es que contaremos con una colección irrepetible de escenarios de prevención y medidas de anticipación. Sin duda, cambiará nuestra vida cotidiana.

Pero no tiene fecha de término. El siguiente paso, según explica Anxo Sánchez, será incluir situaciones donde la gente pueda desplazarse y, lo que supone un desafío aún mayor, trasladar emociones humanas que actuarían de forma armónica con el resto de la información contenida. Deberían ser emociones bien diseñadas para impulsar bienestar, felicidad o ciertos valores morales. Entonces sí se lograría la autenticidad definitiva. Pero eso ya sería hilar demasiado fino.

Redacción QUO