Antes de nada, aclaremos con música quién era esta señora y por qué se hizo tan famosa. Éste es su primer gran éxito, a finales de los 50:

Y ahora, si has logrado dejar de bailar, dos o tres notas para comprender por qué Google le dedica su doodle del día. Aparte de porque hoy cumpliría 81 años si no hubiera muerto en 2008, se trata de una cantante de las que hizo recordar a los negros norteamericanos cuáles son sus orígenes geográficos, étnicos y musicales.

Miriam había nacido en la Sudáfrica del más profundo apartheid (Johanesburgo, 1932) y con solo 15 días de vida ingresó en la cárcel junto con su madre, condenada a seis meses de prisión por vender una cerveza casera cuya comercialización estaba prohibida.

Lo importante y curioso en lo musical ocurrió cuando, en 1956, y después de haber cantado en varios grupos de jazz (algo llegaba desde los «hermanos» negros de EEUU), lanzó un tema que mezclaba el incipiente soul norteamericano con la música popular sudafricana: Pata, pata. ¿Por qué curioso? Porque, como está dicho, la negritud de ambos lados del Atlántico se dio cuenta de que, aún sin pretenderlo, ambas músicas viajaban en la misma dirección con un parecido asombroso, aún sin haberse contaminado casi las unas a las otras.

Como era natural, Miriam Makeba se trasladó a EEUU y comenzó allí otro hermanamiento: el de luchar por los derechos humanos, ya fuera en su país de origen o en el de adopción. Y es exactamente la historia contraria o complementaria a la de su amiga Nina Simone. Ella cantaba a la dignidad del negro americano (venido de África) que no tenía nada: «sin cultura, sin falda, sin nombre, sin palabras…» como cantaba en su I got life:

Simone, en el fondo dramática y optimista a la vez, remataba con que al menos «Tengo mi libertad, tengo mi vida», en un grito de dignidad por el simple hecho de existir. Pero ella, a cuya madre no dejaron sentarse por ser negra en la primera fila en el debut de su hija en la música, se cansó del racismo imperante en los 60 en su país y se mudó a Francia para continuar desde allí con su activismo y su música.

Dos historias cruzadas que en realidad llegaron al mismo sitio.

Redacción QUO