En primer lugar: para «protagonizar» algo no hace falta entender nada de su mecanismo. Por ejemplo, la mayoría de la gente tiene la experiencia de ver sin tener la más remota idea de cómo funciona su retina y su sistema visual.

Las «intuiciones» y las «visiones» no tienen ningún sustento científico, salvo que se le quiera llamar así a la actividad normal del sistema nervioso que da lugar a nuestra capacidad imaginativa (que está desbordada en los niños), o también a parte del funcionamiento encefálico que no es plenamente consciente.

El «déjà vu» es otra cosa; ya que es un fenómeno psicológico que puede caracterizarse y estudiarse hasta cierto punto. Desde el punto de vista neurocientífico no se trata de comprender si alguien ha vivido ya antes una experiencia (eso sí que es una patraña), sino qué mecanismos nerviosos pueden producir esa ilusión o percepción errónea. Una de las hipótesis que se manejan es que se trata de una ligera desincronización en el flujo de información encefálica: la información que es captada por los sentidos no sigue una ruta única a través del encéfalo, sino que se divide y fluye por varios caminos en paralelo. Se supone que la percepción consciente es el resultado de la computación sincronizada que se produce en estas rutas paralelas. El déjà vu podría deberse a una ligera desincronización momentánea, de tal manera que una misma percepción sensorial alcanza dos veces -y en muy poco tiempo- el nivel consciente.

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*Consulta resuelta por Xurxo Mariño, neurocientífico de la Universidad de Coruña. Puedes encontrarle en:

Twitter: @xurxomar

Web: http://www.culturacientifica.org/

Redacción QUO