Maquinaria y piezas para diversas industrias, productos de consumo como zapatillas y hasta filetes. Asistimos (y alucinamos) cada día con los avances y novedades relacionadas con el diseño en 3D, del que ya podemos disfrutar desde nuestro propio escritorio… Pero, ¿estamos teniendo todo en cuenta? ¿Hay algún factor que pueda estar poniendo en riesgo nuestra salud? Parece que sí, tal y como señala un nuevo estudio realizado por un grupo de investigadores de UL Safety Chemical Safety y el Instituto de Tecnología de Georgia.

Según la investigación (que se ha publicado en Aerosol Science and Technology, como dos informes separados), las impresoras 3D de escritorio en su formato estándar liberan al principio del proceso de impresión ciertas partículas ultrafinas y diminutas (conocidas como UFP) que son imperceptibles al ojo humano, pero que pueden llegar a provocar problemas de salud si son inhaladas, afectando sobre todo al sistema respiratorio. Una buena ventilación de los espacios cerrados resultaría esencial para evitar las altas concentraciones de dichas partículas.

Así, los autores de la investigación señalan que se liberan más de 200 compuestos orgánicos volátiles (COV) diferentes cuando una impresoras 3D está en funcionamiento, y se sospecha que muchos de estos compuestos podrían ser cancerígenos. Por ello, sugieren que debería haber un mayor control a medida que las impresoras 3D se convierten cada vez más en un producto de consumo habitual en el hogar.

¿Qué podemos hacer los consumidores para prevenir problemas relacionados con la impresión 3D en nuestro hogar? Las recomendaciones son sencillas: utilizarlas solo en áreas bien ventiladas, emplear el nivel de temperatura más bajo posible al imprimir (ya que las impresiones que requieren una mayor temperatura liberan más partículas ultrafinas), mantenerse alejado de la máquina en el momento de la impresión y optar solo por productos que hayan sido testados adecuadamente y ofrezcan las mayor garantía de bajas emisiones. Un poco de prevención nunca está de más…

Belén Robles González