Nuestro cerebro tiene esa peculiar forma de comportarse que hace que los polos opuestos se atraigan incluso con mucha más fuerza. Lo que nuestras neuronas procesan en momentos que sentimos una gran felicidad o excitación, no está del todo lejos de lo que podemos sentir cuando tenemos miedo. Esto explicaría esa confusa sensación de querer y no querer ver ciertas escenas del cine: por terroríficas, impactantes o gores. Una extraña mezcla que te hace preguntarte, ¿por qué estás disfrutando con estas imágenes?

Según la ciencia, sentirse en un lugar seguro, estando en control de lo que sucede, hace que nuestro cerebro procese mejor la información que está recibiendo y, por lo tanto, sea capaz de disfrutar con esa sensación de terror que se produce en el cuerpo, pero sabiendo que en cualquier momento puede tomar las riendas de la situación. Si dejamos que todo se descontrole, nuestro cerebro puede apoyarse más en la parte emocional y hacer que nos sintamos inseguros. En definitiva, convertirnos en nuestros peores miedos.

A lo largo de la historia del cine de terror se ha buscado provocar esas sensaciones en el público, y el efecto es mayor cuando el espectador no puede moverse de la butaca (ya que ha pagado, no se va a levantar e irse). Así que las salas de cine se convierten en el lugar perfecto para que los directores provoquen un extraño efecto de «incomodidad entretenida»: unos lo hacen de forma explícita y otros de forma sutil, pero efectiva.

Estos son algunos ejemplos que querrás ver… o no.

Funny Games (1997 y 2007)

Se trata de una película austriaca de 1997, la cual tuvo tanto impacto y éxito que se decidió hacer un remake 10 años después en Estados Unidos, con el mismo director (Michael Haneke) y prácticamente con los mismos planos y guión. Fue una adaptación exacta en toda regla (por aquello de que, para qué hacer cambios si ya funcionó en su día).

En sí, la película es una continua pesadilla de cómo puedes sentirte indefenso en tu propia casa cuando dos impolutos jóvenes aparecen en ella con intención de jugar a un juego macabro: apostar que en menos de 12 horas estarás muerto. Es un miedo tan común que hace esta cinta maravillosa: te hará gritarle a la tele y darte cuenta de que los malos están constantemente saliéndose con la suya.

Esa incomodidad se refleja en cada plano, desde la inocente escena en la que uno de los chicos pide unos huevos a la protagonista de la historia, lo que supone el comienzo de la pesadilla para esta famiia ideal. Es ahí cuando empiezas a pensar “algo no va bien con estos adorables chicos que acaban de llegar al vecindario”.

Aquí podéis ver algunas de esas escenas de la versión de EE.UU. 

Fuente: Fotograma film

Martyrs (2008)

Esta película francesa de Pascal Laugier hará que estés en constante sensación de querer evitar por todos los medios quitar los ojos de la pantalla, pero a la vez saber lo que está ocurriendo. Es de esas cintas que piensan “para qué quitar la cámara de lo que está sucediendo si puedo mostrarlo directamente y de forma explícita”.

Laugier tenía claro que quería dejar en el espectador la sensación de que no hay espacio para la esperanza, atacando lo más profundo de su alma y marcarlo para siempre.

La sensación de incomodidad, tal y como ocurre en Funny Games, es que el espectador siente en todo momento que le podría ocurrir a él. 

En esta escena podemos ver cómo toda una familia es atacada en su casa. Son dos minutos duros a los que suceden otros tantos de escenas para no dormir, de torturas, abusos, golpes y una terrible escena en la que una de las protagonista ses desollada viva. No digo más.

Fue tal el éxito que se adaptó en Estados Unidos en 2015.

Fuente: Fotograma film

Al’interieur (2007)

Otra cinta francesa de terror para añadir a la lista de “no llames a mi puerta, que no quiero dejarte entrar”. Sin duda es otro de los ejemplos perfectos en los que los directores de la cinta, Alexandre Bustillo y Julien Maury, quieren romper las bases de lo que consideras como lugar seguro: tu casa.

Por si fuera poco, la protagonista de esta cinta está embarazada, lo que le hace más vulnerable y que te haga conectar con su personaje, al que no puede pasarle más cosas. Todos los que adoran y odian esta película a partes iguales coinciden en una cosa: la escena más brutal del filme: una cesárea anticipada practicada con tijeras y litros de sangre corriendo por las escaleras.

Eso sí, sin anestesia. Los espectadores sufren con ella en una mezcla de “quiero y no quiero ver”.

Fuente: Fotograma film

El ciempiés humano – The Human Centipede (2009)

Destacamos esta primera, porque como ocurre en toda película de éxito fuera de lo común, se realizaron dos posteriores continuaciones que no hacen sino trabajar en la misma línea argumental pero a lo bestia, centrándose más en provocar horror que en la historia en sí. 

Y es que con solo leer la línea argumental de este filme, dirigido por Tom Six, hace que te plantees cómo puede haber una mente humana capaz no solo de grabar una película así, sino también haberla escrito, producido y participado en su montaje.

Se trata de una cinta germano-holandesa que tiene una premisa que de solo pensarla no dan ganas ni de plantearse verla (pero reconozcamos que muchos tenían la necesidad de comprobarlo con sus propios ojos): un doctor alemán secuestra a 3 turistas y los une quirúrgicamente, desde la boca hasta el ano. Por lo que solo existe un conducto que les une a todos.

Parte de la película consiste en ver cómo el doctor adiestra a su nueva mascota, y creedme, no es agradable.

Fuente: Fotograma film

Anticristo (2009)

Esta película de Lars Von Trier muestra la realidad ante tus ojos con una naturalidad tal, que hace que el más mínimo atisbo de crueldad se vea incrementado hasta puntos insospechados. En esta cinta, la pérdida de un hijo hace que la pareja protagonista se vea inmersa en una especie de terapia psicológica en una cabaña en medio del bosque donde comienzan a suceder situaciones que resultan difíciles de ver, en las que se mezcla el sexo y la violencia.

La peor escena de todas es en la que el personaje femenino se extirpa su clítorix. Una escena demasiado explícita que resulta desagarradora. Tampoco es agradable ver cómo le pegan en los testículos al protagonista masculino, con tal fuerza que prácticamente se los revientan. 

Fuente: Fotograma film

Un perro andaluz (1929)

Este cortometraje surrealista de Luis Buñuel no es en sí una película de terror, pero en la memoria de todos está grabada esa escena en la que una navaja traspasa el ojo de una mujer.

Aunque en imagen se vea solo una nube muy fina atravesando la luna en la noche, es un momento que todavía cuesta ver, y eso que ha pasado cerca de un siglo.

Fuente: Fotograma film