Según la tradición, la iglesia del Santo sepulcro en Jerusalén es el lugar dónde fue enterrado el cuerpo de Jesucristo. Ahora, un nuevo estudio realizado por especialistas de la Universidad Técnica Nacional de Atenas, ha datado la antigüedad del templo en unos 1.700 años. Eso significaría que fue construído por los romanos aproximadamente tres siglos después de la crucifixión, en tiempos del emperador Constantino el Grande.

Para llegar a esta conclusión, los arqueólogos utilizaron una técnica conocida como datación por termoluminiscencia, que se basa en el principio parte de que todo cuerpo que ha sido sometido a una determinada temperatura o que ha recibido luz solar, pierde su termoluminiscencia al haber liberado a los electrones contenidos en lo que los científicos conocen como trampas iónicas (campos eléctricos o magnéticos que captura iones). Pero dichas trampas iónicas volverán a albergar a electrones a medida que reciba de nuevo radiación. Luego, la edad en años de un objeto que ha sido calentado será igual a la cantidad de radiación absorbida por el objeto desde su horneado dividida por la cantidad de radiación que recibe al año.

Con dicha técnica, los investigadores analizaron el mortero (que es la mezcla de los materiales utilizados para la construcción de un edificio) del suelo del templo, llegaron a la conclusión de que fue edificado casi con total seguridad en el año 300 de nuestra era.

La tradición cuenta que fue la emperatriz Helena de Constantinopla (madre de Constantino el Grande) quien, tras fracasar en la búsqueda de la cruz en la que murió Cristo, decidió encontrar el lugar dónde había sido sepultado su cuerpo. ella habría sido quien determinó que la tumba que se encuentra bajo la actual iglesia era el sitio del enterramiento. Por ello, dejó instrucciones para que se edificara el templo. Encargo que habría cumplido su hijo.

Ahora, esta nueva investigación otorga veracidad a esa leyenda, aunque eso no significa que el sepulcro que hay bajo la iglesia sea realmente el que albergó los restos mortales de Jesús.

Vicente Fernández López