Reserva de emergencia.

En circunstancias normales, almacenamos cantidades
extra de ATP, la fuente principal
de energía que provoca
las contracciones en nuestros
músculos. Cuando se
produce una situación de emergencia, esta se libera como si fuera
un turbo que permite a personas sin
entrenamiento empujar
una roca de 500 kilos antes de morir
aplastados, o huir de una
casa en llamas a una velocidad
de récord mundial.

Piruetas increíbles.

Tras un movimiento
de parkour, un deporte extremo en el que se saltan obstáculos con el cuerpo como instrumento,
las rodillas soportan diez veces nuestro peso. La fortaleza de los ligamentos y la acción del cartílago de esta articulación evitan una posible lesión.

¡A la carga!

Durante un partido de rugby, cada jugador soporta cargas violentas sobre los hombros, pecho y espalda equivalentes a 100 kilos. Gracias a la presión de la musculatura, nuestros huesos soportan
una tonelada antes de romperse.

Cerrar la puerta.

El tejido muscular tira
de los 206 huesos de nuestro cuerpo a modo de palanca.
Solo los de los brazos y manos son capaces de vencer
la resistencia de un viento huracanado a más
de 50 km/h.

El hombre menguante

Si viéramos a un maratoniano
por dentro mientras corre,
observaríamos cómo a las dos horas de realizar un ejercicio intenso, el cerebro da la orden de consumir energía de las
reservas de grasa corporal.
Es como si el cuerpo se
comiera a sí mismo.

No hay dolor

Cuando ­los
sensores del dolor se activan,
la corriente
eléctrica que viaja al cerebro
puede ser bloqueada por
la liberación de endorfinas.
Los monjes shaolines lo hacen
conscientemente.

El músculo bomba.

Un corazón entrenado es capaz
de bombear 35 litros de sangre
en el tiempo en que el resto
bombeamos 5. Esto da un aporte ­­de oxígeno extra tal que permite, por ejemplo, nadar durante siete
horas sin fatigarse.

La vista

En una persecución a 160 km/h, nuestros ojos son capaces de distinguir entre 10 millones de colores, cambiar el enfoque en milisegundos, detectar cualquier objeto en movimiento en 180 grados y enviar esta información
al cerebro a
300 km/h.