El metro siempre ha sido un lugar singular. Uno de los paisajes urbanos por excelencia, convertido en escenario de numerosos thrillers setenteros y ochenteros. Pero estas magníficas fotos de Albert Dros, tomadas en la red del suburbano de Copenhague, nos lo muestran de una forma diferente. Casi como si fuera una experiencia lisérgica y lo visitásemos puestos hasta arriba de ácido o de alguna otra sustancia similar.