Agua ‘corriente’ para salmones

Sí, corriente literalmente, o sea, normal, sin alteraciones. Chile, hoy día el mayor productor de salmón de piscifactoría, cuenta con un Proyecto de Acuicultura para vigilar la invasión masiva del fitoplancton y algas microscópicas en la superficie marina. Esta “marea verde” es capaz de acaparar gran parte del oxígeno marino, lo que puede matar a los salmones, evidentemente. Con la ayuda de la Agencia Espacial Europea y de los satélites Envisat (véase arriba) y Aqua, los científicos chilenos vigilan el color del agua (según cuánta clorofila haya), su turbidez y las materias en suspensión.

anticlinal sahariano

Un anticlinal sahariano de 50 km de diámetro.

cono de deyección

Visto por la NASA, este cono de deyección fluvial helado del desierto de Taklimakan (provincia china de Xin Jiang) resulta aún más impresionante que desde tierra.

El fantástico hombre satélite

En 2006 se lanzó desde la Estación Internacional (ISS) un viejo traje ruso de astronauta para experimentar cómo sería “perder” a un tripulante. Lo equiparon con una pequeña emisora de radio y una breve grabación multilingüe, para quien sintonizara desde un aparato po­tente la frecuencia 145.990 MHz FM. Pero no siempre se captaba, así que había que consultar su posición (la misma que la de la ISS) en una web. En cinco días, las baterías se agotaron y cayó en Australia.

Un elefante se tambalea

En 1991, la supervivencia del Loxodonta africana en Botsuana corría peligro y el Gobierno prohibió su caza. Hoy es el país con la mayor población de elefantes (120.000), pero su expansión amenaza los cultivos. Por eso, el King’s College de Londres analiza los espectros de luz, radiación y calor tomados desde satélites, junto con la distribución de manadas y sembrados, para conciliar los intereses de humanos y animales.

De una precisión que te deja helado

Los cuatro satélites que forman la Disaster Monitoring Constellation son los “ojos” de la Universidad de Swansea (Gales) en la capa de hielo de Groenlandia, la más sensible de todas al calentamiento global. Entre todos recogen datos sobre la disminución del grosor del casquete, el movimiento de las masas de agua que se generan en sus bordes y la influencia en las corrientes marinas que tiene la liberación del agua derretida. No es extraño que esta vigilancia se realice bajo el epígrafe de “Seguimiento de Desastres”, porque si toda la capa de hielo de la región danesa se licuara, el nivel del mar aumentaría cerca de 7 metros. El Alsat-1 (Argelia, véase arriba), el Nigeriasat (Nigeria), el Bilsat-1 (Turquía) y el UK-DMC (Reino Unido) combinan datos e imágenes bajo el DMC International Imaging (www.dmcii.com).

El GOCE

El GOCE, que se lanza en febrero, estudiará el campo gravitatorio y las corrientes marinas.

Para evitar otra ola de desgracias

En mayo de 2008, varios tsunamis llegaron a la isla de Reunión (Índico), pero les pilló prevenidos: la Agencia Espacial Europea utiliza el radar Asar, instalado en el Envisat, para tomar fotos de 10 x 5 km de la superficie marina. Con ellas generan espectros (modelos) de olas oceánicas, un cálculo de su altura, dirección y energía, para prever su trayectoria e impacto. Las tormentas pueden ser un desencadenante, así que también será útil un proyecto futuro de la ESA, el EarthCare (a la izda.), que vigilará la interacción entre la radiación solar, la formación de nubes y los aerosoles.

A tanto por olivo

En la pasada década, la Comisión Europea sistematizó la vigilancia de la política de subvenciones agrícolas para evitar fraudes. Eso que escuchamos de arrancar viñas y del pago por olivo plantado se vigila y se recuenta desde el espacio. España creó el Sistema de Información Geográfica de Parcelas Agrícolas (SIGPAC), que se alimenta casi por completo de fotos aéreas, pero la mayoría de los demás países emplean fotografías de satélite.

Diga 33… grados noroeste

Desde que un artefacto espacial es capaz de contarnos cómo se comportan la flora, la fauna, las temperaturas, los vientos, las corrientes marinas, la temperatura oceánica, las nubes y otras variables geofísicas y biológicas, la tele-epidemiología es una esperanza. Bajo su nombre se pretende luchar contra la gripe aviar, el cólera, el paludismo, la meningitis y muchas otras plagas y enfermedades. Los datos llegan del espacio a cientos, pero la lucha aún es precaria porque falta coordinarlos y sistematizarlos.

Cosas que la Tierra solo le cuenta al cielo

La densidad, la dirección y la composición del humo que desprende un volcán antes, durante y después de una erupción son datos muy valiosos para conocer la evolución de sus “enfados” y para prevenirlos. También es muy revelador el seguimiento de la progresión de fallas como la de San Andrés (California, EEUU) para medir la deriva continental. Hay datos tomados por satélites que son más útiles que los obtenidos rodilla en tierra. Dos ejemplos: la UE cuenta con el proyecto Geoland, que monitoriza la corteza terrestre, los cambios medioambientales y la masa vegetal del planeta; y el Programa de Amenaza Volcánica de EEUU, que está coordinado con la NASA para cotejar mediciones terrestres con otras de satélite.

Los otros prismáticos de Indiana Jones

Por qué se extinguió el Imperio Maya? El misterio enfrentaba a arqueólogos de todo el mundo. Vino la NASA y lo aclaró con una foto tomada desde el satélite-fotógrafo Ikonos: fue la deforestación y la sequía producidas por una sobreexplotación del agua y la vegetación de la zona. Otro artefacto, el “meteorólogo” Landsat 7, se ocupó de estudiar el comportamiento de las nubes en la zona para recomponer el escenario climatológico de hace 1.200 años. La teledetección de materiales por radiación de calor o de luz está a la orden del día en la arqueología. La conservación –por ejemplo, contra la invasión del agua– del templo de Angkor Wat (Camboya, a la izda.) también se vigila desde el espacio.