En Europa s ela conoció con el nombre de crinolina, aunque en España se la llamaba miriñaque. Se trataba básicamente de un armazón a base de aros, que mantenía huecas las faldas de las damas. Apareció en 1830, pero se hizo popular veinte años después, cuando comenzó a usarlo la emperatir Eugenia de Montijo. Pero, además de pintoresca, esta moda era muy peligrosa. Solo en Inglaterra, entre 1850 y 1860, más de tres mil mujeres murieron quemadas por culpa de este accesorio, que corría el riesgo de prender con facilidad si se pasaba cerca de un brasero o una chimenea.

De la crinolina al coche

Curiosamente, la casa francesa Peugeot, actualmente dedicada a la fabricación de automóviles, fue una de las más destacadas en la producción de miriñaques.

Un complicado ritual

Ponerse este accesorio no era algo sencillo. Cuando era muy aparatoso, la mujer necesitaba la ayuda de dos doncellas.

El escondite perdido

Tal y como hemos visto en numerosas farsas teatrales, el volumen del miriñaque era tal que un amante podía esconderse en su interior para evitar situaciones apuradas.

Una moda letal

Estas divertidas ilustraciones ocultan una dramática realidad. Lo peligrosa que también resultaba esta moda. Se estima que entre 1850 y 1860 murieron quemadas, solo en Inglaterra, más de tres mil mujeres, al prendeser sus vestidos por culpa del miriñaque, cuando pasaban junto a chimeneas o braseros.

Alrededor de 1860, la ciudad de Londres prohibió subir al transporte público a las mujeres que llevaran este accesorio. Esta ilustración satiriza esa situación. Evidentemente, la imagen es un montaje, ya que ninguna dama de la época hubiera consentido en quitarse el miriñaque en público para que lo colgaran en el exterior del omnibus.

Entra o no entra

El tamaño en ocasiones era tan grande que impedía a una dama pasar por una puerta, o que dos amigas se sentaran juntas en el mismo sofá.

Caballerosidad victoriana

Otra ilustración satírica que muestra a dos elegantes caballeros ayudando a una dama.