Tras el nacimiento, el bebé solo tiene la llamada lacrimación basal, pero aún no puede derramar ni una sola lágrima.

En las primeras semanas de vida, el ser humano descubre el llanto como recurso para alertar y reclamar sus necesidades básicas.

Infancia. Al cumplir diez meses, el niño desarrolla un sofisticado llanto manipulativo, con una amplia gama de intensidades, tonos y duración.

En la adolescencia, los niveles más altos de testosterona reducen los llantos de los niños. En las niñas, sucede a la inversa, por el aumento de estrógenos.

Al alcanzar la Juventud, la frecuencia de llanto es mayor durante los fines de semana, cuando las emociones se viven con mucha más intensidad.

En la madurez, a medida que los niveles hormonales decaen, la frecuencia de llanto se invierte. El hombre suele llorar por una gran pérdida. Las mujeres, por frustración.