‘Estás despedido’

Llegas a tu oficina, saludas al conserje y, al doblar la columna, justo donde siempre ha estado tu mesa, está la nada. O mejor dicho, las huellas de las patas de la mesa y un par de pelusas. Parece que tu jefe ha querido evitar la confrontación; un método ‘sútil’, pero no menos violento que la agresividad que destila la peor de las conversaciones. Si ya sabías tú que ni para eso servía. Un cobarde, eso es lo que es, te dices. Y algo de razón no te falta. la confrontación genera tal ansiedadque nos lleva a huir de ella, aunque eso aumente el sentimiento de dolor de nuestro interlocutor. «imaginamos lo que podría suceder porque nos influye lo que ya hemos experimentado anteriormente», explica la psicóloga Anne Dickson en Conversaciones difíciles (Ed. Amat)
¿Qué debería haber hecho tu jefe? Lo primero, no echarte, porque seguro que vales un montón. Pero si la situación va de ERE o cosas por el estilo, explicarte con argumentos, sin situarse en una posición de superioridad, por qué la empresa prescinde de ti. A ver, respira, contén las lágrimas. Ya sabes aquello de cuando una puerta se cierra, otra se abre. En fin. Nuestro más sentido pésame.

‘Tu hija es una petarda’

¿Cómo afectará a nuestra pareja? ¿Abriré la caja de los truenos? Cuano no nos gusta la situación que se nos presenta, solemos tender hacia reacciones agresivas. En ocasiones se debe a una saturación previa: el daño que nos hacen queda almacenado hasta que nos encontramos en posición superior. Es entonces cuando aplicamos el mismo tratamiento y saboreamos la fruta de la venganza. Pero piensa: ¿quién crres que saldrá perdiendo con esta reacción? O sea, es mejor que hables claro con tu pareja cuanto antes, sin esperar a que la tensión haya aumentado de tal manera que la desmesura se adueñe de tu reacción.

‘Quiero el divorcio’

No te culpes si es algo más que desamor lo que te lleva a pedir la separación. Según relata la historiadora Concha Aguilera, un ejemplo lo tenemos en Alfonso XII, quién mandó a paseo a su esposa Victoria Eugenia porque tenía hemofilia y no lograba engendrar varón sano. «Hacer daño a la otra persona es casi inevitable cunado se pone fina una relación; lo único que puedes hacer es interter herir lo menos posible», afirma la psicóloga María Contreras. Pero sin que eso te lleve a la culpa. «Es importante no poner excusas que permitan negar la realidad o albergar esperanzas. Los mensajes han de ser claros. Solo así nuestra pareja (o mejor dicho, expareja) puede elaboarar bien una respuesta emocional equilibrada».

‘Quiero un aumento’

¿Cuánto necesitas? ¿Porqué? Concreta tus aspiraciones. averigua qué retribución es razonable dadas tus características y esperiencia. A lo mejor no consigues lo que quieres, pero la única manera de saberlo es diciéndolo. Es importante que también tomes nota de lo que no debes hacer. Ni se te ocurra decir que Mari Pili acaba de entar en la empresa con la misma categoría y un sueldo superior. Si hasta ese momento habías logrado tratar de igual a igual a tu superior, abordando las condiciones de vuestro contrato -tú me das tanto salrio y yo te doy tantas horas-, a partir de ahí tus opciones quedan reducidas casi a la nada. Es mejor olvidar las comparaciones. Concéntrate en defender con claridad por qué te mereces un aumento basándote en tu propio mérito. (Y sí, lo de Mari Pili la verdad es que es sangrante).

‘Mi novio es inmigrante’

Quién no se acuerda de Sidney Poitier en aquel memorable Adivina quién viene esta noche. Como estrategia no fue la más acertada: provocaba un choque emocional que, salvopor el hecho de ser un film dirigido por Stanley Kramer, podía haber terminado como el rosario de la aurora. Otra opción es enseñar a tus padres una foto del senegalés o guineano en cuestión y, si ves el estupor en sus caras, asegurar rápidamente que es solo el negativo de la instantánea. Luego, date tiempo antes de pasar a mayores, porque a lo mejor lo de este chico no dura más que un telediario. Y si dura, al toro por los cuernos. Sin dudar.

‘Hueles mal’

Oye ¿tú te duchas después de hacer el amor?”, le pregunta un amigo a otro. El segundo responde: “Pues claro”. Y el primero le vuelve a decir: “Pues a ver si ligamos más a menudo”. Este viejo chiste podría servir si las indirectas se cogieran al vuelo, pero no se cogen. Y menos cuando esconden una crítica. Es importante evitar que el malestar (y el olor) aumente y termine convirtiéndose en una bola que, seguro, explotará. “Se debe afrontar la situación cuanto antes”, explica la psicóloga María Contreras. “No hacerlo puede desencadenar una cascada de críticas y empezará a de sesperarnos todo lo demás, no solo su olor, sino su desorden, sus ideas. Y todo, porque no somos capaces de decir lo que sentimos. Hay que hacerlo con tranquilidad y argumentos.”

‘Me debes dinero’

Lo que hace espinoso este tema es que preveamos problemas. Hay que evitar que llegue la sangre al río y termines como Putin, cortando el suministro de gas a Europa. Pero vamos a ver: ¿estipulaste algún plazo para la devolución? ¿No? Pues entonces, el 50% de la culpa es tuya. Lo malo es cuando, por fin, tragando saliva, pides lo tuyo y el otro responde: “¿Pero para qué necesitas tú el dinero ahora?” ¡Glup! Touché. Balbuceas, te excusas (mal, muy mal). Cuidado, no recules. Mantente firme. Di que no se trata de que lo necesites o no, sino de que esa situación te está incomodando. A partir de ahí, negocia cómo y cuándo.

‘Estoy harto de no salir a mi hora’

Antes de estallar, acércate a tu jefe y dile: “Me he estado quedando para aligerar la carga de trabajo ¿Cómo podemos recompensar mi dedicación? (Dale tus opciones:) Me lo puedes pagar como horas extras o con vacaciones. La verdad es que no me quiero plantear el trabajo así”. Defiende tus derechos. Pero para hacerlo, concreta primero lo que quieres y qué soluciones estás dispuesto a aceptar y cuáles no. Si no funciona, repite el arranque de la escena. Te acercas a tu jefe sonriendo, sin que se te note el hartazgo por el abuso. Tranquilamente, sin perder el candor de tu cara, le susurras al oído: “Yo que tú no saldría de casa tan tranquilo todas las mañanas. ¿Crees ahora que podremos solucionar lo mío?” Y con la misma beatitud, te retiras.

‘Estoy embarazada’

Si se opone, puedes decirle: “Cariño, estoy embarazada, pero no te preocupes, es de otro”. Como puede que tampoco se lo tome bien, utiliza otra técnica. Decide qué es lo que quieres y adónde deseas llegar, porque a veces las cosas se truncan. Recuerda a María Tudor, esposa de Felipe II. ¡Tan contenta iba ella por palacio presumiendo de barriga! Hasta que un médico le diagnosticó hidropesía en lugar de gestación. Se volvió loca, claro. Antes de que te pase lo mismo, habla con él y asume que tiene derecho a elegir. Esto no es una imposición, y a la menor sospecha de culpabilidad, se defenderá.

‘Deja de coquetear con mi novio’

Asegúrate de no decir nada cuando tu nivel emocional sea alto. No es justo para ti, porque eres muy vulnerable, ni para la otra persona, debido a la posibilidad que tienes de perder el control. Por un lado, desarrollas la fuerza emocional que te da el impulso de decir algo, y por otro minimizas la queja hasta debilitarla. Además, hay posibilidades de que, una vez razones la situación, te des cuenta de que te ha dado un ataque de celos en toda regla. Acuérdate de que Juana I de Castilla enloqueció de solo pensar que su esposo Felipe se iba de picos pardos por toda Europa. Claro, que cuando a tu marido le conocen como “el Hermoso”, todo puede entenderse.