La correspondencia es algo privado. Pero cuando pasa el tiempo, las misivas y los mensajes pueden ser una valiosa fuente de conocimiento. A veces, porque permiten descubrir las costumbres del pasado.

En el Museo de Alejandría se conserva, por ejemplo, un mensaje del año tercero de nuestra era, escrito en un papiro, que revela que las bromas sexuales ya eran habituales en la Antigüedad: “Declaran Apión y Epimas a Epafrodito, el queridísimo, que si nos permites sodomizarte, tú también lo pasarás bien y no te zurraremos”, se lee en el curioso documento.

Otras cartas más recientes, de autores conocidos, permiten descubrir detalles insólitos sobre sus vidas. Hemos escogido diez. Desde una de las más divertidas jamás escritas (obra de Groucho Marx), hasta la más terrorífica (enviada por Jack el Destripador).

La ironía de Groucho Marx

Queridos Warner Brothers. Al parecer hay más de una forma de conquistar una ciudad y de mantenerla bajo el dominio propio. Por ejemplo, hasta el momento en que pensamos en hacer Una noche en Casablanca, no tenía ni idea de que dicha ciudad perteneciera exclusivamente a ustedes. Sin embargo, pocos días después de anunciar nuestra película recibimos su largo y ominoso documento legal en el que se nos conminaba a no utilizar el nombre de Casablanca. Parece ser que en 1471 Ferdinand Balboa Warner, su tatarabuelo, al buscar un atajo hasta la ciudad de Burbank, se tropezó con las costas de África y, levantando su bastón, las denominó Casablanca. Sencillamente, no comprendo su actitud. Aun cuando pensaran en la reposición de su película, estoy completamente seguro de que el aficionado medio al cine aprendería oportunamente a distinguir entre Ingrid Bergman y Harpo Marx. No sé si yo podría, pero desde luego me gustaría intentarlo.

Destinatarios: Jack y Harry Warner, los dueños de la Warner Bros.

Fecha: 1946.

Contexto: El humorista se mofaba de los productores, que querían demandarle por usar el título de Casablanca en su nueva película.

Charlotte Brontë, mendiga de cariño

Monsieur, los pobres no necesitan mucho para sostenerse. Piden solamente las migas que caen de la mesa de los ricos. Pero si se les niegan, mueren de hambre. Nadie, ni yo, necesita mucho afecto de aquellos a quienes ama. No sabría qué hacer con una amistad completa, no estoy acostumbrada a ella. Pero usted me demostró interés cuando era su alumna en Bruselas, y me mantengo aferrada a esa atención como lo haría a la misma vida.

Destinatario: Su antiguo profesor Constantin Heger.

Fecha: 1845.

Contexto: La futura novelista se enamoró de este hombre casado y se inspiró en su romance para escribir su primera obra, El profesor.

Los besos de Lewis Carroll

Mi muy querida Gertrude: Usted estará apesadumbrada al oír la extraña enfermedad que tengo desde que se fue. Mandé buscar al doctor y le dije: “Deme una medicina, porque me siento cansado”. Él me replicó: “¡Estupideces! Usted solo necesita dormir”. “No es esa clase de agotamiento. Mi rostro trasunta cansancio”, dije. A lo que él añadió: “¡Oh!, es su nariz la que está cansada”. “No, no es la nariz. Quizá sea el pelo”, reflexioné. Entonces, el doctor mostró su desconcierto: “Ahora sí entiendo: usted estuvo peinando el pianoforte.” “No”, dije, “no lo he hecho, y no es exactamente el pelo: más bien entre la nariz y el mentón.” Entonces él, muy serio, preguntó: “¿Ha estado usted caminando mucho con la barbilla?” “No”, respondí. “Bien”, reflexionó él, “esto me despista mucho”. “¿Usted cree que el problema estará en los labios?”, preguntó. “Por supuesto”, dije. “¿Qué es, exactamente?” “Yo creo que ha estado dando demasiados besos…”, concluyó.

“Bueno”, recordé, “le di un beso a una amiga”. “Piense”, dijo él, “¿está seguro de que solo fue uno?” Yo añadí: “Quizá hayan sido once”. Entonces, el doctor me ordenó: “No debe darle ni uno más hasta que sus labios se hayan recuperado”. “Pero ¿qué hago?”, le dije, “¡Le debo ciento ochenta y dos besos más!”

El médico se emocionó tanto que las lágrimas corrían por sus mejillas, y me ordenó: “Mándeselos en una caja”. Yo tenía una que compré en Dover, pensando que podría regalarla. Así que los empaqueté con cuidado. Dígame si le llegan bien o si alguno se pierde en el camino.

Destinataria. Gertrude Chataway.

Fecha. 1876.

Contexto. Fue otra de las jovencísimas musas del controvertido escritor, que se inspiró en ella para crear a la protagonista de su obra La caza del carabón.

Simone de Beauvoir y el sexo

Querido pequeño ser:
Quiero contarle algo placentero e inesperado que me pasó: hace tres días me acosté con el pequeño Bost. Naturalmente, fui yo quien lo propuso; el deseo era de ambos y durante el día manteníamos serias conversaciones, mientras que las noches se hacían intolerablemente pesadas. Una noche lluviosa, en una granja, estábamos tumbados de espaldas, a diez centímetros el uno del otro, y nos estuvimos observando más de una hora. Al final, me puse a reír tontamente mirándole, y él me preguntó: “¿De qué se ríe?”

Y le contesté: “Me estaba preguntando qué cara pondría si le propusiera acostarse conmigo”. Y replicó: “Yo estaba pensando que usted creía que tenía ganas de besarla y no me atrevía”.

Remoloneamos aún un cuarto de hora más antes de que se atreviera a besarme. Le sorprendió muchísimo que le dijera que siempre había sentido ternura por él, y anoche acabó por confesarme que hacía tiempo que me amaba. Le he tomado mucho cariño. Estamos pasando unos días idílicos y unas noches apasionadas. Me parece una cosa preciosa e intensa, pero es leve y tiene un lugar muy determinado en mi vida: la feliz consecuencia de una relación que siempre me había sido grata. Hasta la vista, querido pequeño ser; el sábado estaré en el andén. Tengo ganas de pasar unas interminables semanas a solas contigo. Te besa tiernamente tu Castor.

Destinatario: Su pareja sentimental, Jean-Paul Sartre.

Fecha: 1937.

Contexto: La pareja tenía un pacto por el cual se permitían otras relaciones. Aquí, ella relata el inicio de su romance con Jacques-Laurent Bost, un intelectual ocho años más joven.

Jack el Destripador, desde el infierno

Destinatario: El detective de Scotland Yard George Luck.

Fecha: 1888.

Contexto: Fue la segunda de las supuestas cartas del famoso asesino. Los historiadores creen que fue la única escrita por el auténtico criminal, y que el resto fueron obras de imitadores.

Traducción. Desde el infierno. Señor Lusk, le adjunto la mitad de un riñón que tomé de una mujer y que he conservado para usted. La otra parte la freí y me la comí; estaba muy rica. Puedo enviarle el cuchillo ensangrentado con que se extrajo, si espera un poco.

Firmado: Atrápeme cuando pueda, señor Lusk.

El descaro de John Dillinger

Mr. Ford Permítame que le felicite. Fabrica usted los mejores coches para huir de la poli tras un atraco.

Destinatario: El magnate de la industria del automóvil Henry Ford.

Fecha: 1930.

Contexto: Al industrial le hizo tanta gracia este mensaje del famoso gánster que lo envió a la prensa para que lo publicasen.

De Ernest Hemingway a Marlene

Te estás poniendo tan hermosa que tendrán que sacar fotografías de tu pasaporte de 2,7 metros. ¿Qué es lo que realmente quieres hacer en tu vida? ¿Romper el corazón de todos por una moneda de diez centavos? Siempre podrías romper el mío por una de cinco centavos, y yo pondría la moneda.

La respuesta de Marlene Dietrich a Ernest.

Amado Papá, ya es hora de que te diga que pienso en ti constantemente. Leo tus cartas una y otra vez, y hablo de ti con algunos hombres selectos. He cambiado tu foto a mi alcoba y la mayoría de las veces que la observo me siento bastante impotente.

Fecha: 1947.

Contexto: El escritor y la actriz se conocieron en 1934, e iniciaron una relación que duró hasta 1950. De ella queda un conjunto de treinta cartas en las que se llaman cariñosamente “hija” y “papá”.

Cuando a Al Capone le remordió la conciencia

“Mi querido Sonny, cuando leas esta carta ya no estaré cerca de ti para rodearte con mi afecto. No te pido más que una cosa: olvida lo que fue Al Capone y recuérdame sólo como a un padre que te ha adorado y nunca ha querido otra cosa que tu bien. Sé que te dejo una pesada herencia: mi nombre. Pero tú considerarás tu deber de hijo imponer el respeto más absoluto a mi memoria. Sé trabajador y protege a tu madre: ahora, ella no tiene a nadie más que a ti. Sé aquel hijo que yo no he sabido ser y, sobre todo, el hombre que yo habría debido ser.”

Destinatario: Su hijo Sonny.

Fecha: 1947

Contexto: El gánster escribió esta misiva poco antes de su muerte. Había sido excarcelado del penal de Alcatraz debido a los estragos que causó la sífilis en su salud.

La ludopatía de Fiodor Dostoievski

Homburg, 24 de mayo de 1867.

Ania, esposa mía, perdóname y no me llames canalla. He cometido un crimen: lo perdí todo; todo lo que me enviaste, todo, hasta el último kreuzer. Ayer lo recibí y ayer mismo lo perdí. Ania, ¿cómo voy a poder mirarte ahora?

¿Qué vas a decir de mí? Una sola cosa me horroriza: qué vas a decir, qué vas a pensar de mí. Solo tu opinión me asusta. ¿Podrás respetarme todavía? ¿Vas a seguir haciéndolo? ¡Qué es el amor cuando no hay respeto! El juego es lo que siempre ha perturbado nuestro matrimonio. Ah, amiga mía, no me culpes definitivamente. Odio el juego, no solamente ahora, ayer también, anteayer también lo maldije; cuando recibí ayer el dinero y cambié la letra, fui con la idea de desquitarme aunque fuera un poco, de aumentar aunque solo fuera mínimamente nuestros recursos. Tenía tanta confianza en ganar algo… Al principio perdí muy poco, pero cuando comencé a perder de verdad, sentí deseos de resarcir lo apostado y cuando perdí aún más, ya fue forzoso seguir jugando para recuperar aunque solo fuera el dinero necesario para mi partida, pero también eso lo perdí. Ania, no te pido que te apiades de mí, preferiría que fueras imparcial, pero tengo mucho miedo a tu juicio. Por mí no tengo miedo. Al contrario: ahora, después de esta lección, de repente me he sentido perfectamente tranquilo respecto de mi futuro. De hoy en adelante voy a trabajar, voy a trabajar y voy a demostrar de qué soy capaz. Ignoro cómo se presenten las circunstancias en adelante, pero ahora Katkov no rehusará. En adelante, todo dependerá de los méritos de mi trabajo. Si es bueno, habrá dinero. Oh, si solo se tratara de mí, ni siquiera pensaría en todo esto, me reiría y me marcharía. Pero tú no dejarás de emitir tu juicio sobre lo que he hecho, y esto es lo que me preocupa y me atormenta. Ania, si sólo pudiera conservar tu amor… En nuestras circunstancias, ya de por sí difíciles, he gastado en este viaje a Homburg más de mil francos; es decir, alrededor de 350 rublos. ¡Es un crimen!

Destinataria: Su esposa, Anna Grigorievna.

Fecha: 1867.

Contexto: El autor de Crimen y castigo fue un jugador empedernido. Su casa y las joyas de su esposa fueron embargadas para pagar sus deudas.