En el cine hemos visto camiones asesinos. Ahí está esa obra maestra de Steven Spielberg titulada Duel (El diablo sobre ruedas, 1972). Coches y todo tipo de máquinas que en un momento determinado cobran vida y se rebelan contra los humanos.

Pero, ¿qué pensarían de una película protagonizada por un neumático asesino? Pues aunque cueste creerlo, existe. Vamos a repasar los films protagonizados por los chacharros cirminales más delirantes jamás concebidos. Después de verlos nunca te volverás a sentir tranquilo al abrir la nevera.

The washing machine (1994)

Si algún día cuentan a sus amigos que han visto una película que en español se titula La lavadora asesina, seguramente les tomarán por idiotas. O por mentirosos. Pero la cinta existe y, dentro de lo que cabe, pues no está nada mal. Dirigida por Ruggero Deodatto (sí, el autor de Holocausto caníbal) y rodada en Budapest, cuenta la historia de un policía que tiene que investigar el asesinato de un traficante de drogas. La víctima compartía piso con cuatro sensuales mujeres y todo hace pensar que una de ellas es la asesina. Lo que el investigador no sospecha es que las damas en cuestión son brujas capaces de realizar cualquier conjuro como, por ejemplo, hechizar a la lavadora de la casa. ¿Adivinan ahora quién cometió el crimen? Un consejo: lavadoras como ésta no lavan más limpio. Al contrario, lo dejan todo teñido de rojo.

Bells. Llamada mortal (1982)

En los años 80, los teléfonos móviles eran una entelequia. Solo teníamos los fijos. Recibir una llamada siempre era emocionante. «¿Quién será?», te preguntabas. «¿Serán buenas noticias o se tratará de algún pesado?». En el caso de esta película, que sonase el timbre del teléfono solo significaba malas noticias ya que al descolgarlo…¡zas!… a la persona en cuestión le estallaba la cabeza. En fin… Una historia de teléfonos asesinos apañadita y discreta, firmada por Michael Anderson (el de La vuelta al mundo en 80 días), y con un eficaz reparto que encabezaban Richard Chamberlain y John Houseman. Y yo me pregunto, ¿no podrían hacer un remake con un smartphone? Yo no me lo perdería.

The gingerdead man (2005)

Pues, hala, le toca el turno a una galleta asesina. Y eso que no lleva gluten. ¿Se acuerdan de Gay Busey, el malo con dientes de conejo que salía en Arma letal? Pues aquí encarna a un asesino en serie que es achicharrado en la silla eléctrica. Su madre, que es una bruja en el sentido más ocultista del término, mezcla las cenizas de su retoño con las de una receta de galletas, y el resultado es que surge El Galletón. Un auténtico dulce asesino que maneja cuchillos, dispara escopetas y conduce automóviles. Lo mejor del filme es que uno de los protagonistas se pregunta: «¿Pero que miedo podemos tener de una galleta?». En fin, con líneas de diálogo como esas comprenderán que la película no es precisamente ninguna  joya del cine. Eso sí, produce un extraño mal rollo que ha hecho que yo no sea capaz de volver a comerme ni una mísera chiquilín.

El ascensor (1984)

De por sí, un asensor ya es un aparato algo chungo, sobre todo si uno es un poco claustrofóbico. Pero la cosa empeora si el cacharro en cuestión, tiene instintos homicidas, como el que sale en esta película. Dirigida por Dick Maas, se trata de una cinta de terror holandesa bastante notable, de esas que te atrapan y no te sueltan hasta el último fotograma. Al final resulta que los microchips de software que controlaba el aparato estaban hechos con proteína humana y por no sé que rollos del ADN, al mezclarlo con la tecnología desarrollaba esos instintos criminales. La explicación suena chorra, no lo niego, pero la peli ya les digo que no está nada mal. Además, unos años después, en 1987, Maas dirigió otro filme de terror aún mejor, Amsterdamned, misterio en los canales. Píllenlos si pueden. Los disfrutarán.

The microwave massacre (1983)

Sinceramente, una de las peores películas de terror jamás rodadas. Una pústula infame que no sirve ni como comida para perros. De hecho, ni siquiera se muy bien por qué la he incluído en esta galería, ya que el microondas del título ni siquiera mata a nadie. Pero ya que la he mencionado, pues les cuento de qué va. Un albañil gordo está harto de su esposa, una auténtica arpía que no hace más que hincharle las mismísimas y que encima se ha aficionado a la new cuisine y le prepara para comer unos platos dignos de Ferran Adrià, cuando a él lo que le gustaría es una buena hamburguesa. El caso es que el tipo se cansa de esa situación, se carga a su mujer y la despedaza guardando los trozos en el refrigerador. Luego, los pone unos segundos en el microondas y se los come. Lo dicho, una bazofia que no merece ni perder un mísero minuto en su visionado. Si se la tropiezan por casualidad, huyan. Están avisados.

Death bed (1977)

Para que se hagan una idea de la clase de engendro que es esta película, baste decir que su director y productor no encontró ni un solo cine que se dignara a proyectarla. La cinta habría permanecido invisible para toda la eternidad si no fuera porque a inicios de los 80, con el boom del vídeo, una distribuidora cutrecilla se la compró. Y aquí la tenemos, la cama de la muerte. Un truño de mucho cuidado sobre una cama que devora a todo el que se echa a dormir sobre ella. Bueno, devora y viola, porque la cama tiene hasta poderes telepáticos gracias a los cuales hace que una moza de buen ver se desnude delante de ella. Incluso escuchamos los gemidos de placer de la cama al verla desnuda. En fin… No me hagan mucho caso. Es probable que todo lo anterior no lo haya visto realmente y solo sea el producto de una mala pesadilla. O, al menos, eso quiero creer.

The refrigerator (1991)

No sé yo si eso de ir a por la nevera a buscar algo que comer o beber va a se una buena idea. No, después de ver esta película. Un producto casi amateur rodado por unos estudiantes de Massachusetts. La cosa empieza en una fiesta de jóvenes en la que uno de ellos, bastante zopenco, no tiene mejor idea para sacar el hielo que liarse a martillazos con  la nevera del piso. Pues muy mal hecho porque parece que los electrodomésticos también tienen sus sentimientos. Y este en cuestión resulta bastante suspicaz ya que decide vengarse de la pandilla de mozuelos. Y vaya que si lo hace. El refrigerador se los carga a todos: despedazándolos a mordiscos con la puerta, lanzando fuego… En fin, un auténtico despropósito cuyo único interés es el de lograr que a partir de ahora miremos a nuestra nevera con otros ojos y la tratemos con un poco más de mimo, no vaya a ser que… Ustedes ya me entienden.

Rubber (2011)

Pues sí, aunque les cueste creerlo, les presentamos a Robert, el primer y único neumático asesino de la historia del cine. El autor de esta frikada es un sujeto que se hace llamar Mr. Ozio y cuya principal profesión es la de músico Techno, pero que ha hecho un par de incursiones en el cine. Aquí nos presenta al neumático en cuestión que tiene poderes telequinésicos. Tras ver cómo un grupo de personas incinera en un vertedero un montón de neumáticos, se enfurece por el modo en que la humanidad trata a los suyos y decide exterminar a nuestra raza. Uno pensaría en principio que lo lógico, dado que se trata de una rueda, sería matar a sus víctimas arrollándolas. Pero no. Robert usa sus poderes telequinésiscos para reventar las cabezas de los humanos. Suena delirante, ¿verdad? Pues aún hay más. El neumático se obsesiona morbosamente con una hermosa chica morena a la que persigue por el desierto. Mientras,  un simpático sheriff y sus agentes tratan de destruir al asesino de goma. Hay que confesar que la película a pesar de que así contada suene a absurda, no está nada mal. Es una rareza en la que cada fotograma supone un paso más hacia el abismo del delirio. Y su final es inmejorable. El neumático es destruído pero se reencarna en un triciclo y se propone arrasar Hollywood. No se por qué, pero apuesto a que lo conseguirá.

Yo compré una moto vampiro (1990)

Hay títulos que ya lo dicen todo. Y el de esta película inglesa no engaña. Un grupo de satanistas se reunen para celebrar sus rituales en un descampado, pero de improviso aparece una pandilla de moteros que se los cargan a todos. Lo que pasa es que el demonio invocado posee a una moto Norton, y ahí empieza el desmadre. Un ingenuo mensajero tiene la desdicha de comprar la moto en cuestión y pronto comprueba que el cacharro en vez de gasolina funciona con sangre. A partir de ahí el filme es una mezcla de terror de serie B, gore (inolvidable la escena del chorro de sangre que al salir disparado contra una pared acaba dibujando un graffiti), y un humor tontorrón que parece sacado de Benny Hill. En el reparto figura nada menos que Anthony Daniels, actor conocido por interpretar a C3PO en la serie Star Wars, que aquí encarna a un sacerdote encargado de realizarle un exorcismo a la moto. No voy a decirles que la película es buena. No lo es. Pero al menos resulta divertida. Y eso ya es mucho para los tiempos que corren.