Cuando hace exactamente 100 años de que el Daily News presentara al mundo a los antepasados Omarino y Ricudo, dos esclavos indígenas que fueron llevados a Gran Bretaña hace un siglo, una mujer witoto de Colombia, Fany Kuiru, ha decidido dar un paso adelante y realizar un llamamiento público para saber qué ocurrió con sus antepasados.

La fiebre del caucho

Para entender el contexto en el que transcurre la historia, tenemos que remontarnos a la época de la fiebre del caucho, cuando miles de indígenas amazónicos fueron esclavizados y asesinados. De hecho, esta época constituyó una parte muy importante de la historia socioeconómica de países en tierras amazónicas: Perú, Bolivia, Colombia, Ecuador y Brasil. 

El mayor auge de la fiebre del caucho fue entre los años 1879 y 1912, y su «fiebre» se relacionaba con la extracción y comercialización de este hidrocarburo elástico. Si bien dio un gran impulso de crecimiento a algunas ciudades amazónicas, a su vez también ocasionó un genocidio y una esclavitud sobre la población indígena local. Según cálculos del escritor y co fundador de Cultures on the Edge, Wade Davis: «por cada tonelada de caucho producida, asesinaban a diez idios y centeneras quedaban marcados de por vida con los latigazos, heridas y amputaciones que se hicieron famosos en el noreste amazónico».

Cuando llegó al primera fiebre del caucho, los territorios del Amazonas estaban, en gran parte, habitados por etnias indígenas. Como es lógico, la llegada de los colonizadores en «busca del tesoro» ocasionó un choque cultural con los nativos que en la mayoría de los casos, se resolvió con pedofilia, esclavitud, masacres, torturas o prostitución forzada.

La demanda de caucho amazónico comenzó a crecer de forma espectacular cuando la empresa norteamericana Goodyear descubrió la vulcanización, proceso que endurece la goma suficiente como para ser usada como neumáticos de coches. Este paso condujo a Ford, el líder de la industria automovilística, a la primera producción en masa de coches.

Capataces del terror

Muchos de los personajes relacionados con el genocidio del Amazonas, gozan de una injusta inocencia frente a la historia como narra Davis. Es el caso del empresario cauchero peruano: Julio César Arana y su equipo de capataces. Todo ello ignorado también por funcionarios de las multinacionales, autoridades y otros que no defendieron en ningún momento a la población indígena del exterminio.

Entonces aparece en escena el cónsul británico Roger Casement, quién fue enviado por el Gobierno británico para investigar las barbaries cometidas en la Amazonia durante la fiebre del caucho. Allí conoció a Omarino y Ricudo, quienes le contaron que habían sido intercambiados por un par de pantalones y una camisa. En el caso de Ricudo, se lo habían jugado a una partida de cartas.

«Nos envían muy, muy dentro de la selva para conseguir caucho, y si no lo conseguimos, o si no lo conseguimos lo sufícientemente rápido, nos disparan» contó Omarino hace 100 años al Daily News.

El cónsul anglosajón estimó que en tan solo doce años, más de 30.000 indígenas fueron torturados, esclavizados y asesinados para satisfacer la demanda creciente de caucho en EEUU y Europa.

Supervivientes

Muchos de los indígenas aislados de la actualidad, son descendientes de los indígenas que se vieron colonizados, maltratados y esclavizados en la fiebre del caucho. Estos huyeron para escapar del terror del látigo y de la pistola, monedas de cambio por su esfuerzo diario. 

Hoy, Fany Kuiru, también indígena de la Amazonia quiere saber qué ocurrió con sus antepasados y solicita «que el mundo nos ayude a revelar qué fue de nuestros hermanos indígenas… para que los espíritus de nuestros antepasados puedan descansar en paz». Además, Fany declaró para Survival International: «Todas las naciones hicieron algo para exterminar a la población indígena: Colombia los abandonó, Perú fue el cerebro y cómplice del holocausto, Inglaterra lo financió y Brasil desplazó a los indígenas para trabajar en las plantaciones de caucho«.

Del desenlace de Omarino y Ricudo no se sabe nada más que sus últimas palabras al Daily News: «Londres es maravilloso, pero el gran río y la selva, donde vuelan los pájaros, son más hermosos. Algún día volveremos”. Lo que no sabemos es si consiguieron o no volver a sus queridos terrenos.

Una historia no tan antigua

Según declaraciones del director de Survival International, Stephen Corry: “La fiebre del caucho puede parecernos historia antigua, pero sus efectos aún se sienten. Cuando comenzó el matrimonio de Occidente con el coche a motor, sus cartas de amor estaban escritas con sangre indígena. Provocó un brutal crimen contra la humanidad, perpetrado por una empresa británica en la región de Witoto. Sin caer en las comparaciones exageradas, hoy en día hay empresas británicas, como Vedanta Resources, que planean el robo de tierras indígenas, esta vez en la India. Ya es hora de poner punto final a estos crímenes y de empezar a tratar a los indígenas como a seres humanos”.

Omarino y Ricudo de perfil

Dos esclavos witoto que fueron llevados a Reino Unido en 1911.

Foto: Cambridge University MAA.

Putumayo

Indígenas witoto en el Putumayo (Colombia).

Foto: Anon

Marcas de la barbarie

Un joven indígena amazónico con su cuerpo repleto de cicatrices fruto de las barbaridades cometidas durante la fiebre del caucho.

Foto: R. Casement

Injusta esclavitud

Miles de indígenas fueron esclavizados y asesinados durante la fiebre del caucho.

Foto: W. Hardenburg.

Omarino y Ricudo

Dos esclavos witoto que fueron llevados a Reino Unido en 1911.

Foto: Cambridge University MAA.