Será cosa del cambio climático o vaya usted a saber por qué, pero los bichos están hartos de que les tomen por el pito del sereno. Están furiosos, cabreados y tienen hambre, mucha hambre de carne humana. Babosas, cerdos, vacas y hasta ovejas mutantes componen esta galería sobre fauna enloquecida. Y es que el cine de serie B va mucho más lejos que los documentales del National Geographic. Probablemente no sea tan rigurosamente científico, pero es cien mil veces más divertido.

Y una buena prueba de ello es que el próximo mes de agosto se estrena Megalodón (The Meg), película protagonizada por Jason Statham y por un gigantesco tiburón antediluviano. Aquí os dejamos el tráiler del filme, y aprovechamos para repasar algunas de las más famosas, películas sobre bichos asesinos.

Tiburón

En 1975 se estrenó Tiburón, la mítica película de Steven Spielberg, un filme que cambió para siempre los parámetros del cine veraniego y que generó decenas de imitaciones. Por supuesto, ninguna tan buena como el original. Para la posteridad quedan las asombrosas secuencias del ataque del escualo, y la magnífica escena de la conversación nocturna en alta mar entre los tres protagonistas (Robert Shaw, Richard Dreyfuss y Roy Scheider) que resume la esencia del mejor cine de aventuras marítimo.

Hormigas

Si hablamos de hormigas asesinas a uno le viene a la cabeza inmediatamente Cuando ruge la marabunta (1954), deliciosa cinta de aventuras en la que dos fuerzas desatadas de la naturaleza (el ejército de insectos caníbales y Charlton Heston) colisionan en la selva brasileña. Pero en este apartado he decidido elegir otro filme menos conocido aunque igualmente soberbio: La humanidad en peligro (Them!) dirigido por Gordon Douglas en 1954. Aquí las hormigas mutan en el desierto por el efecto de las pruebas radioactivas y se convierten en unos bichos del tamaño de un trolebús. Al final anidan en las alcantarillas de Los Ángeles y los protgonistas tienen que bajar hasta allí parar cargarse a tan molestos y letales inquilinos. Esta película fue una de las muchas que en la década de los 50 alertaban sobre los peligros de la energía atómica, por cuya causa los cines de medio mundo se llenaron de tarántulas, mantis religiosas y cualquier tipo de insecto mutante.

Pájaros

Señoras y señores, esto son palabras mayores. Porque Los pájaros (1964) de Alfred Hitchcock es una obra maestra con mayúsculas. Una auténtica lección de cine, pero también una cinta de horror realmente angustiosa. La cosa comienza como una comedia, con la pija de Tipi Hedren comprando unos periquitos en una pajarería de San Francisco y tratando de ligarse al guaperas de Rod Taylor. Luego, la acción se traslada a una pequeña localidad costera llamada Bodega Bay y es allí donde las fuerzas de la naturaleza se desatan. Gaviotas, gorriones, cuervos…. todas las especies de aves comienzan a atacar a los humanos con una furia homicida que parece augurar el fin del mundo. La película está llena de momentos meorables pero destaca el asedio final a la casa en la que se han refugiado los protagonistas, en la que no se ve a los pájaros atacantes; tan solo se escuchan sus graznidos y el ruido que hacen al golpear con sus picos las paredes y las puertas de la vivienda. Hitchcock nunca explica el por qué de esta rebelión alada, aumentando así la inquietud del espectador, y cierra su filme con un final abierto e incierto que no parece augurar nada bueno.

Serpientes

Si, ya lo se, podía haber elegido Serpientes en el avión. Pero en mi afán por dar a conocer títulos menos conocidos (por no decir completamente olvidados) he preferido comentar una auténtica joya de la serie B que ningún aficiondo debería perderse: Silbido mortal (1973). Ambientada en la Texas más rural y profunda, tenemos al guaperas de Dirk Benedict (si, el Fénix del Equipo A) tratando de ligarse a una apetitosa Cameron Menzies. Lo que el desdichado ligón no sabe es que el padre de la chica es un científico completamente trastornado, interpretado por el gran Stroher Martin. El sabio loco le va inyectando veneno de serpiente al novio de su hija hasta que lo convierte en una auténtica atracción de feria, una especie de híbrido entre humano y ofidio que da bastante grima. La película, es sencila, directa y resultona, cumpliendo con su finalidad de provocar mal rollo.

Ovejas

Desde que las vimos convertidas en las mascotas de Carmen Sevilla, todos sabíamos que las ovejas pese a su aspecto de bondadosas criaturas lanudas, daban muy mal rollo. Pero hubo que bucear en los abismos del infracine para encontrar la prueba defintiiva en forma de película, The godmonster of indian flat (1973). Un auténtico delirio en la que unos boy scouts se tropiezan en su acampada con una monstruosa oveja mutante con gusto por la carne humana. Un descacharrante cruce entre un western gore y Sonrisas y lágrimas que acaba bien, eso sí, con el bicho cazado por los héroes de la función, al más puro esitlo del rodeo americano. a lazo.

Cerdos

Cine anormal en estado puro. Pigs (1972) es un dislate que no resiste análisis racional alguno. ¿Se acuerdan de la gripe A, la célebre gripe porcina? Pues aquí tenemos a una piara de cerdos caníbales zampándose a todos los garrulos que se les ponen por delante. Sale Katharine Ross, la chica de El graduado y Dos hombres y un destino, haciendo de loca de atar y dándonos una lección de como un lapiz de labios puede convertirse en un arma letal. ¿El resto? Demencia desatada, sinsentido total y falta de cualquier pudor artístico.

Conejos

Hace unos años nuestro gobierno nos recomendaba que comieramos conejo por Navidad. Pues bien, los creadores de Night of the lepus, una oscura y olvidada cinta de 1972, usaron la misma premisa pero al revés: que los conejos comieran humanos para celebrar las fiestas. Aquí tenemos a los parientes de Bugs Bunny mutando hasta alcanzar el tamaño de un automóvil. Lo que pasa es que la cinta es cutre hasta decir basta y no se gastaron ni un euro en efectos especiales. El director se limitó a filmar conejos de verdad metidos en casitas de muñecas o atacando coches de juguete. El resultado no puede ser más patético y antiterrorífico. Y eso que la película tenía un reparto apañado, encabezado por Janet leight, Stuart Whitman y Rory Calhoum.

Osos

A Fabila se lo comió un oso, por eso desde entonces en Asturias se celebra la fiesta del oso regicida. Pero, vamos, los responsables de esta película no tuvieron en cuenta ese suceso histórico cuando se les ocurrió rodar Grizzly (1976), otra cinta de serie B propiciada por el éxito de Tiburón. Eso si, tenemos aquí a un oso bastante misógino, ya que todas sus víctimas, si no fallan la memoria, eran mujeres: unas apetitosas excursionistas, una ranger femenina… La cinta no era gran cosa, la verdad, y el oso amaestrado que usaron para rodarla daba más pena que otra cosa. Su reparto, eso sí, era heterogéneo, encabezado por Christopher George, una seudoestrella televisiva que en aquellos años triunfaba con la serie El inmortal, y Richard Jaeckel, un secundario de raza ganador incluso de un Oscar por su papel en Casta invencible. Entre ambos y con la ayuda de un bazoka convierten al oso de marras en un puñado de pelo carbonizado. ¡Abusones!

Ballenas

La madre de todos los peces asesinos que han sido, fue Moby Dick, la ballena blanca creada por Herman Melville. John Huston realizó en 1955 una notable adaptación de esta  compleja novela y la película fue repuesta con honores de estreno a finales de los 70 tras el éxito de Tiburón (1975). Pero la película de Spielberg provocó, además de la reposición de la cinta de Huston, que se rodaran decenas de cintas sobre bichos acuáticos con instintos homicidas. Una de las más destacadas fue Orca, la ballena asesina, inspirada vagamente además en el espíritu de la novela de Melville.  Con un reparto magnífico, encabezado por Richard Harris, Charlotte Rampling y Will Sampson (el gigantesco indio de Alguien voló sobre el nido del cuco), el director Michael Anderson nos contaba aquí como una orca macho se vengaba a mordisco limpio de los pescadores que habían matado a su hembra preñada. ¡Si hasta se comía una pierna de Bo Derek, que realizaba un pequeño papel! En definitiva, una cinta de venturas muy digna, magnificamente rodada, algo macabra y con un claro mensaje ecologista, en la que no se salva ni el apuntador. Y luego dirán que el pescado está caro.

Pirañas

Otra de las secuelas del éxito de Tiburón fue Piraña (1978), dirigida por Joe Dante. Una serie B realmente deliciosa, con unos efectos especiales bastante dignos para la época, con mucha mala leche y hunor negro, y con  un reparto de lujo, en el que figuraban Keenan Wynn, Kevin McArthy, Dick Miller… Anque la reina de la función era la bella y perversa Barbara Steele (si, la protagonsita de la mítica La máscara del demonio), metida aquí en la piel de una comandante del ejército que realiza experimentos para convetir a las pirañas en mutantes aún más asesinos, para utilizarlos en Vietnam. Pero como ocurre en estos casos, los pececillos de marras se escapan del laboratorio y llegan a un lago donde hay un campamento de verano y…. bueno, ya se imaginan el resto, se ponen morados de carne humana. El filme tuvo un éxito notable. Tanto que en 1982 los italianos produjeron una secuela bastarda, Piraña 2, un engendro en el que a los bichos les salían alas por lo que podían volar. Lo chocante es que este bodrio estaba dirigido nada más y nada menos que por Mr James Cameron. Con todo, el creador de Avatar no guarda tan mal recuerdo de aquella costrosa cinta, y cuando en alguna entewvista le rpeguntan como pudo dirigir algo tan espantoso, él responde con ironía: «No es tan mala… tengan en cuenta que es la mejor película de pirañas voladoras de la historia del cine». Si él lo dice…

Abejas

En la década de los años 70 a las viejas glorias de Hollywood solo les quedaban dos salidas: o morir en una película de catástrofes, o hacerlo en una de bichos asesinos. En Enjambre (1977) reunieron a un puñado de ellas (desde Olivia de Havilland a Henry Fonda) para ser masacradas por un enjambre de abejas africanas. Menos mal que en medio estaba Michael Caine para liquidar a los bichos atrayéndolos hasta el profundo océano, donde mueren ahogados.

Pulpos

Si un pulpo gigante da miedo, verlo en una cutreproducción italiana lo que produce es risa. Tentáculos (1978), del director Ovidio Anssonitis, que firmó có con el seudçónimo de Oliver Hellman, es un auténtico desastre, con un monstruo de goma que no nos lo creíamos ni cuando lo veíamos de niños. Y lo más patético de todo es ver a un puñado de viejas glorias (Henry Fonda, again, Shelley Winters, John Huston…) tratando de llegar a fin de mes con lo que les pagaron por esta basura.

Perros

Chuchos asesinos los ha habido a montones. Ahí está sin ir más lejos Cujo, el San Bernardo rabioso creado por la pluma de Stephen King. Pero en esta categoría he elegido Perro blanco (1982) una magnífica y casi desconocida cinta de Sam Fuller. El perro en cuestión está adiestrado por racistas blancos para atacar a la gente de raza negra. Es inolvidable la escena en la que el bicho está a punto de despedazar a un bebé negro en una inglesia, secuencia arropada por una inquietante banda sonora de Ennio Morricone. Su dueña accidental pone al animal en manos de un entrenador (negro) para que trate de curarle de sus instintos racistas, pero el bicho acaba tan desquiciado que al final termina atacando a todo quisqui, blanco o negro. Afortunadamente, unos oportunos balazos le harán morder el polvo.

Cucarachas

Ojo, esta película, no es apta para aprensivos. En 1984, George A Romero dirigió Creepshow, un filme de cuatro episodios basados en historias de Stephen King. La más repulsiva de todas es la tercera, protagonizada por John Lithgow que interpreta a un maniático de la limpieza con una especial aversión por cucarachas. Los bichejos anidan en su apartamento y él se dedica a liquidarlos con el insecticida de turno. Pero nada. Por cada cuaracha que mata, aparecen otras tres. Al final los bichos brotan a cientos. Surgen de las tuberías, de los grifos, de la taza del inodoro… Y lo que es peor, el pobre infeliz acaba vomitándolas de sus propias entrañas. Lo dicho. No es apta para gente sensible.

Jabalíes

En el mundo de la criptozoología cinematográfica no falta de nada. Y lo demuestra a la perfección esta película australiana, Razorback, los colmillos del infierno (1983), sobre un jabalí mutante con unos colmillos capaz de abrirle a uno en canal. La dirigió nada más y nada menos que Russel Mulcahy, que años después daría el salto a Hollywood con Los inmortales. Es una película polvorienta, oscura y muy eficaz. Ideal para una tarde de domingo.

Babosas

El español Juan Piquer Simón fue el rey de las películas de monstruos de trapo. Ver las ridículas criaturas que aparecen en cintas como Misterio en la isla de los mosntruos (1981) o Los nuevos extraterrestres (1984) produce verguenza ajena. Por eso, sorprendió cuando en 1988 estrenó Slugs, muerte viscosa, una película sobre babosas caníbales con unos efectos especiales realmente asombrosos. Y repugnantes. Destaca la escena en la que a Emilio Linder, que se ha comido sin saberlo un bicho de estos escondido en la ensalada, le revienta la cabeza y empiezan a aparecer los viscosos insectos que anidado dentro de él. La película ganó el Goya a los mejores efectos especiales, pero lo mejor de todo es ver como las babosas de turno se comen a Concha Cuetos. ¿Se puede pedir más?